Columnas Social columnas editoriales SOCIALES

Las palabras tienen la palabra

Cuando la infidelidad vale un cuerno

Cuando en una pareja, uno de ellos comete una infidelidad, (una o varias), se acostumbra decir que al hacerlo le está poniendo los cuernos al otro, y de repente se pregunta uno: ¿y por qué los cuernos? ¿Será por analogía con los venados que han de ser muy venadiegos que sería el equivalente a mujeriegos? No, no hay tal.

Hay una leyenda que lo explica todo: En el Imperio Bizantino, hubo un emperador que osaba llamarse Andrónico y que con ese nombre circulaba tranquilamente por el primer cuadro de la ciudad.

A Andry, como seguramente le llamaban sus amigos y familiares, le gustaba tener amantes (mujeres, ¿eh?) y para no batallar mucho, buscándolas, las escogía entre las esposas de sus ministros, los más altos dignatarios de la corte.

Mira lacayo - le decía a alguno de sus sirvientes - la esposa del Ministro de Hacienda me cuachalanga (cuachalangar, forma coloquial del verbo gustar). Ve y dile que mañana en la noche quiero hablar con ella. Así se hará, majestad.

Oiga, ¿y la señora del de Gobernación no le apetece Señoría? ¡Está buenérrima! (forma coloquial de la expresión: está más buena que Ninel Conde). Y Andry rápidamente se convencía: tienes razón, lacayo. Cítamela también, a la misma hora, en el mismo lugar, pero para pasado mañana… y recuerda que para hablar con estas damas, necesito que esté todo a punto: vinos, música, el lecho real y todo lo concerniente… Sórdenes, jefe - contestaba el lacayo que parece que hubiera presentido una película de Cantinflas- . No os preocupéis. Así se hará.

Una cualidad que habría qué reconocerle a Andry es que era muy agradecido - lo que sea de cada quién -. A los maridos de las señoras que con él iban "a Dallas" por hacerse de la vista obesa (vista obesa, forma elegante de decir "vista gorda") les regalaba enormes cotos de caza.

Cuando aquellos buenos señores ya tenían un coto donde ir a practicar "el deporte de los reyes", fijaban en la puerta de su casa una cornamenta de ciervo para pregonar a los cuatro vientos que ellos eran los dueños de aquella propiedad.

Luego, se divulgó el trasfondo de aquella distinción y fue motivo de burla en toda la comarca que ser un cornudo era sinónimo de marido engañado y resignado.

Si en este momento tiene usted comezón en la frente y su esposa no está a la vista, mejor vaya y lléguele por sorpresa. ¡No vaya a ser que algún Andrónico moderno ande por ahí!

ESCRÍBALE A JUAN RECAREDO: comodijo2@hotmail.com.

PREGUNTA DEL PÚBLICO:

¿Cuál es la forma correcta de llamar a ese juguete que gira, es una pirinola o perinola?

RESPUESTA:

Aunque casi todos con frecuencia decimos pirinola, lo correcto es perinola.

Me retiro con esta reflexión: ¡Cuidado, puedes aplastar a alguien con el peso de tu lengua! ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.

 LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA Por: Juan Recaredo

Leer más de Columnas Social

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Social

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1283346

elsiglo.mx