Lleva sus columnas a libro

El escritor lagunero Wenceslao Burciaga siempre ha sacado a la luz sus textos, tanto periodísticos como de ficción, con una enorme carga de provocación y honestidad, es beligerante y sarcástico, pero sobre todo humano. Ahora, bajo el sello de Discos Cuchillo, publica una selección de sus columnas, textos que han aparecido en periódicos y revistas como TimeOut y Noisey de Vice, en un atractivo formato bajo el título de "Un amigo para la orgía del fin del mundo".

El título de la edición, que obedece a una de sus crónicas, cuando en 2012 la predicción maya vaticinaba el fin del mundo; fue seleccionado de manera coral por todo el equipo del sello discográfico y editorial, afinaban los detalles de la edición, hubo un contexto para indicar el propio espíritu del más reciente libro del autor de Funerales de hombres raros.

Cuando conoció a Carlos Dávalos y Fabián Rodríguez, los dueños de Discos Cuchillos, que se han dedicado a promover de manera independiente a músicos con propuesta, quienes habían publicado el libro de Pepe Casanova "Yo no soy Dj"; olfateó que era el lugar perfecto para reunir sus columnas; sobre todo con dos editores que lo conocían por su ejercicio de periodismo cultural en la música. Un logro que para el lagunero fue como grabar un disco que es para leer.

"Había muchas columnas que se habían perdido por ahí, las reunimos en un libro que tiene un formato que me gusta, los textos no se reúnen bajo el título de las columnas, más bien como que se agruparon bajo ciertas ideas narrativas, que bien puede ser música, o política, derechos gays o cultura; no tienen títulos, pero sí una continuidad, son como un ensayo dividido, en microcapítulos, es un experimento bastante interesante", explicó el escritor lagunero radicado en la Ciudad de México.

Apegado a su particular estilo, y desde su propia definición de autor gay, anti-gay, Burciaga explica que en estos tiempos en los que la inclusión se convirtió en un asunto de cuota políticamente correcta, que deriva en una imposición conservadora, le produce miedo que de alguna manera el péndulo social se esté inclinando hacia la derecha.

"Lo ves desde el furor, el impacto mediático y masivo que está causando Donald Trump, por ejemplo, todo lo que ha pasado con el 'Brexit', y siempre me he preguntado hasta qué punto los gays hemos estado contribuyendo a esto, en este afán de enfocar los derechos, que tienen equidad, no igualdad, porque esa palabra también ya me empieza a dar miedo, pero sí al tratar de equiparar nuestra forma de vida a la heterosexual, como a la del pequeño burgués.

Esta idea de la familia y la adopción, muy encuadrada, ni siquiera se están planteando reinventar nuevos modelos de familia, así lo llaman, pero porque son dos papás o dos mamás, pero siguen siendo modelos conservadores, por eso no sé hasta qué punto el colectivo gay contribuye a ese conservadurismo".

En su libro, sigue fiel a su postura crítica, marginal, irónica, y muy punk. El propio escritor dice que si pudiera definir "Un amigo para la orgía del fin del mundo", lo haría como un libro muy punk. Con temas que se centran en tendencias de diversidad sexual, música y política, tres universos filtrados desde la perspectiva del lagunero, para el que el sentido del humor siempre es importante.

"También es un libro muy inconforme, no me trago las teorías a la primera como para satisfacer una necesidad de apapacho, o de aceptación, sí las filtro por muchas críticas, a través de herramientas de ironía, aunque reconozco que en mis textos hay mucha provocación, porque creo en ella como una forma de enfrentarse a la reflexión, eso me permite enfrentarme a otras realidades, porque eso de tomar ideas y empezar a imponerlas es como el fascismo, no destilar las ideas se me hace aterrador", comentó Burciaga.

En un momento en que que el escritor piensa que vivimos un fascismo rosa, donde se imponen ideas bajo la excusa de los Derechos Humanos, Wenceslao regresa a escena con un libro intenso y divertido, que plantea preguntas como ¿a costa de qué se busca ganar derechos?, ¿en qué momento pasamos de celebrar la deferencia a burlarnos de ella?, ¿o desde cuándo tenemos que imitar modelos y olvidar la disidencia?