ENTRADA.- Como si no tuviésemos ya tantos y tan complejos problemas en este mundo, ahora nos sale el Vaticano con las extrañas y novedosa interpretaciones teológicas con relación al destino, manejo y guarda de las cenizas de los católicos incinerados.
La Congregación para la Doctrina de la Fe, uno de los brazos armados más poderosos en el Vaticano, pontificó que las cenizas de los católicos cremados no pueden ser esparcidas, divididas ni conservadas en la casa sino que deben ser guardadas en un lugar aprobado y consagrados (¿cuáles son esos lugares aprobados y consagrados?) por la Iglesia y de acuerdo con nuevas normas emitidas por el Vaticano (¿cuáles son esas normas?). Las instrucciones fueron divulgadas días antes del de difuntos, cuando los fieles recuerdan a sus muertos y oran por ellos.
SOPA.- Durante la mayor parte de su historia la ya dos veces milenaria la Iglesia Católica, sólo permitió el entierro en sepultura, con el argumento de que esa era la manera más propicia para que se cumpliera con la esperanza de la resurrección (¿que la resurrección queda sujeta al tipo de inhumación?). No obstante esa vieja doctrina que rigió al mundo católico por veinte siglos, en 1963 el Vaticano autorizó explícitamente el derecho de los católicos a ser cremados, siempre que ello no implicara una negación de la fe en la resurrección de los muertos el día del juicio final.
El nuevo documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, insiste en que es preferible el entierro, ya que la cremación es una "destrucción brutal" del cuerpo (¿y la pudrición bajo tierra no es también una destrucción brutal?)
Reconoce el documento que la incineración es preferida por un gran número de católicos por ser una manera para conservar los restos de un cuerpo por razones económicas, ecológicas o de otro tipo.
PLATO FUERTE.- La vieja reglamentación se remonta a 1963 cuando la llamada "New Age", pregonaba que la muerte era una "fusión" con la Madre Naturaleza y el universo o una liberación definitiva de las ataduras del cuerpo".
Señala el documento vaticano que las cenizas o fragmentos óseos no se pueden conservar en casa porque con ello se priva a la comunidad católica de recordar al difunto (es en casa donde se le recuerda, en los panteones es donde se les olvida) por lo que se deberán destinarse a un terreno consagrado como un cementerio o iglesia. En casos extraordinarios (¿cuáles serían esos casos extraordinarios?) un obispo puede permitir que se conserven las cenizas en la casa, pero los funcionarios vaticanos no aclararan cuáles serían esas circunstancias extraordinarias. Presumiblemente serían en aquellos países donde los católicos son una minoría perseguida, o donde sus iglesias y cementerios sufren ataques de vándalos.
El documento agrega que las cenizas no se pueden repartir entre familiares, conservar en relicarios ni dispersar en el aire, la tierra o el agua porque ello crea la apariencia de "panteísmo, naturalismo o nihilismo" (¿Qué, que, qué?)
Reitera la iglesia que los católicos que optan la cremación por razones contrarias a la fe, se les debe negar la sepultura cristiana (¿o sea, tirarlos a la basura?)
Las nuevas instrucciones fueron aprobadas por el Papa Francisco el 18 de marzo aunque no consta que aquél haya o no expresado reservas sobre dicho texto, especialmente respecto la conservación de las cenizas en casa.
"Que el cuerpo muerto no es propiedad privada de los parientes (tampoco de la iglesia). El cuerpo es más bien un hijo de Dios que forma parte del pueblo de Dios", y agregó el cardenal: "Tenemos que superar este pensamiento individualista".
POSTRE.- Aunque las instrucciones hacen hincapié en que los restos tampoco deben ser esparcidos, funcionarios del Vaticano dijeron que no se procederá a recolectar las reliquias, restos de santos que están dispersas por todo el mundo en diversas iglesias. La práctica de dividir los restos para su veneración -una mano aquí, un hueso del muslo allá (macabra la cosa) estuvo de moda hace siglos, pero ya no se aprobará.
DIGESTIVO.- Desgraciadamente este documento solamente vendrá a generar nuevos e inacabables ejercicios intelectuales, como en el medievo, cuando se discutía el número de ángeles que podrían caber en la punta de un alfiler.
¿Y uno se preguntaría: ¿que no tendrá la Iglesia cosas más importante de qué ocuparse, que del destino de las cenizas de desaparecidos?
Yo ya no entiendo nada.