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Los machos también tienen madre

En la familia radica el origen y desarrollo de este patrón

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PERLA GRACIANO

A pesar de que la igualdad de género ha tomado gran fuerza en nuestra sociedad en los últimos años, aún existen familias en donde se promueve la idea de que el hombre es superior a la mujer en todos los ámbitos. Esta manera de pensar, comúnmente conocida como 'machismo' crece bajo la sombra de una familia en donde el padre genera esta idea, pero además es sostenida por la madre.

En casos graves, el padre ejerce violencia sobre su familia, especialmente contra las mujeres, creando un círculo de violencia difícil de romper; pero en general la mayoría de las personas promueve, en menor o mayor medida, diferencias marcadas entre hombres y mujeres, patrones que sobreviven durante generaciones. “Los principales patrones que se siguen repitiendo es que las niñas son las que deben servir al hombre, que las niñas tienden a ser más emocionales y los niños deben ser racionales para solucionar conflictos. Simplemente desde la asignación del color rosa para las niñas y el azul para los niños, estamos marcando como sociedad los patrones que van a seguir las personas a lo largo de su vida, desde niños hasta la edad adulta”, señala la la licenciada en psicología, Reyna Ivett Alvarado Ramírez.

Estas conductas se fomentan de manera cotidiana, muchas veces sin que seamos conscientes de ellas, pues son ideas que repetimos de nuestros padres o abuelos. “Yo trabajo en una escuela y he observado a niños que quieren hacer cierta actividad considerada 'femenina', como cantar o bailar y sus padres no se lo permiten”. Explica que también se da el rechazo entre compañeros que tienen arraigadas las ideas machistas. “Empieza la agresión y la violencia. De niños lo catalogamos como 'bullying', pero en la edad adulta sigue la violencia física, psicológica, económica, que viven en su pareja o dentro de la familia”. Comenta que la mayoría de las veces, los niños que ejercen este tipo de acoso sobre otros, quieren estar en el lugar del niño al que molestan, quien sí tiene la libertad de hacer esas actividades porque sus padres lo apoyan.

Los niños que han sido criados en una familia machista, manifiestan ciertas características: no tienen respeto por la autoridad, se sienten superiores por tener una protección extraordinaria por parte de sus padres, realizan comentarios agresivos hacia el género femenino o hacia niños que intentan realizar alguna actividad considerada para niñas.

Por su parte, las niñas presentan una autoestima completamente dañada. “Se llegan a creer ese papel de que pueden ser menos que los demás, entonces esas ganas de superarse no son tan fuertes o tan grandes. Son niñas sometidas, tímidas en casa, pero también tienen su contraparte: en la sociedad, en la escuela son agresivas, porque en su casa, con el papá y el hermano no pueden serlo”.

El ejemplo

La licenciada Ramírez señala que desde la infancia es muy importante que los dos, tanto niño como niña hagan los mismos deberes, que cambien los roles, que las reglas estén muy claras dentro del sistema familiar y sobre todo que los papás sean el ejemplo. “Como el niño vea que el papá trata a mamá, es el patrón que va a seguir”.

En este sentido, si el niño observa que su mamá no sale porque el padre no se lo permite, que mamá es la única que entra a la cocina, que la hermanita sirve o limpia y él no porque pertenece al género masculino, este patrón se va a ir repitiendo. “Nosotros los adultos vamos orientando a los niños y niñas a cumplirlos desde los juegos simbólicos: el niño va a jugar a los carritos, la niña va a jugar a la cocinita, el niño va a construir, la niña cuidará a sus muñecas... son juegos que tal vez nos parecen divertidos, pero lo importante es que se alternen, que se le permita al niño o niña participar en ambos roles, porque si no, simbólicamente, inconscientemente los vamos preparando a que la niña debe de cumplir ciertas tareas y el niño otras”.

En el caso de personas adultas que intentan superar esta conducta, pueden encontrar en la terapia una solución. “El que la persona haya llegado a su vida adulta con una actitud machista, tiene una razón. La persona no nace así, es la educación que se le dio. Es complicado arrancar completamente todos esos pensamientos, creencias y la lealtad que puede tenerle hacia su padre o abuelo, pero sí es posible”.

Señala que los hombres hacen consciente esta situación cuando tienen un hijo, pues se reflejan en él y pueden observar mejor las conductas que tienen. “No existe una edad específica para tratar esta conducta. Es importante hacerlo desde que se detecta, pero en adultos también se puede trabajar”.

Cuando existe una figura paterna que fomenta de manera agresiva el hecho de que los hombres son superiores a las mujeres, la mamá es quien puede salvar esta situación, acabar con los patrones y romper el círculo de violencia. “Hay hombres con quienes es difícil platicar o llegar a una negociación. En este caso, la mamá debe tener las suficientes herramientas, defensas, para poderse rescatarse primero a ella misma y no permitir ser humillada ni tener una actitud sumisa. La mamá es quien debe dar el primer paso y después rescatar a sus hijos de esta agresión, porque eso es lo que es el machismo: una agresión”.

“No existe una edad específica para tratar esta conducta. Es importante hacerlo desde que se detecta, pero en adultos también se puede trabajar”.

Reyna Ivett Alvarado Ramírez, licenciada en psicología

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