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Los mensajes de Francisco

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Como jefe de Estado, el papa es la cabeza de la última teocracia de Occidente. La Ciudad del Vaticano, en donde se asienta la Santa Sede, es un microestado en donde se ejerce una monarquía electiva y absoluta, la única de Europa. Como jerarca de la Iglesia Católica, el sumo pontífice es el líder religioso de una institución con dos mil años de historia y una feligresía de 1,250 millones de personas esparcida por todo el orbe. Curiosamente, su poder político no le viene por el primer atributo sino por el segundo.

Ser considerado "el vicario de Cristo sobre la Tierra y sucesor de Pedro" es lo que le confiere autoridad sobre esos millones de personas dentro de una de las religiones más verticales, burocráticas y jerarquizadas del orbe. Y esa autoridad, ese poder, es transnacional. Sus preceptos y dogmas rebasan las fronteras de los estados nacionales y son seguidos y atendidos por personas de diversas nacionalidades.

Mientras en otras religiones o ramas existen diferentes formas de vivir y relacionarse en una misma fe, la Iglesia católica es monolítica. Es por ello que el papa ejerce una enorme influencia en las naciones con mayoría católica o con una población considerable adepta a esa iglesia. Tal es el caso de México, país que acaba de ser visitado por el papa Francisco en una gira que generó una gran expectativa y una atención mediática atípica.

De origen argentino, Jorge Mario Bergoglio es el primer latinoamericano en asumir el pontificado. Por sí solo este hecho representa un factor de cercanía para los mexicanos por la cultura y el idioma afines. Pero la expectación y la simpatía que ha despertado van más allá de eso. Francisco ha sido un papa que ha dejado atrás la rigidez de formas que rodea al obispado romano para mostrar un perfil menos hierático, más sencillo y cercano a los fieles. Además, maneja un lenguaje directo en sus discursos y en ellos pondera el sentido social del mensaje evangélico con una crítica directa a los problemas generados por el orden mundial capitalista. No es gratuito que le hayan comenzado a llamar el "papa de los pobres".

Más allá de los cuestionamientos legítimos respecto a lo que se consideran omisiones del papa en su visita, y las explicaciones que pueda haber al respecto, en su recorrido por cinco entidades de la República Francisco dejó mensajes relevantes que bien vale la pena no soslayar debido a esos faltantes. Reconocerlos no implica pasar por alto aquello que para muchos quedó a deber el líder de la Iglesia católica, como es el caso de no haberse reunido con familiares de desaparecidos, incluyendo a los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, o con las víctimas de abusos sexuales cometidos por integrantes de la curia. Algunos de los mensajes que es importante destacar y que van más allá de lo religioso, así como sus destinatarios, son:

A los políticos. "La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo".

A los obispos. "No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los 'carros y caballos' de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la 'columna de fuego' que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer grande rumor".

A los católicos. "Quiero invitarlos hoy a estar en primera línea, a primerear en todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad. Donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos. Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte".

A los indígenas. "Muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón! Perdón, hermanos. El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes".

A las familias. "Vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigo--so, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enferma por el encierro o la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar, a una familia y sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort".

A los jóvenes. "La principal amenaza a la esperanza son los discursos que te desvalorizan (…), cuando sentís que no le importas a nadie o que estás dejado de lado (…). La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás (…). Ustedes son la mayor riqueza de México. (…) No se dejen excluir, no se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía".

A los presos. "Sabemos que no se puede volver atrás, sabemos que lo realizado, realizado está; (…) eso no quiere decir que no haya una posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia hacia delante, (un) 'para qué'. (…) Luchen desde acá adentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. (…) Trabajen para que esta sociedad que usa y tira a la gente no siga cobrándose víctimas".

A los empresarios. "La mentalidad reinante en todas partes propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata. No sólo provoca la pérdida de la dimensión ética de las empresas sino que olvida que la mejor inversión que se puede realizar es invertir en la gente, en las personas, en las familias. La mejor inversión es crear oportunidades".

A los gobiernos. "Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. (…) ¡No más muerte ni explotación!".

A los mexicanos. "La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian la esperanza".

Estas son las palabras que deja un hombre, Jorge Mario Bergoglio, a su paso por México. Palabras que obligan al compromiso de quienes profesan su misma fe pero que, por su claridad y universalidad, también llaman a la reflexión y a la acción de quienes predican otros credos o de quienes, incluso, no predican ninguno.

Twitter: @Artgonzaga

E-mail: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

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