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Los nuevos provincianos

FEDERICO REYES HEROLES

La mente es traicionera y con frecuencia perezosa. Hablamos de globalización y queremos pensar que es un proceso único. Olvidamos otros momentos de globalización, olvidamos las reacciones que provocaron. La interpretación lineal engaña vendiendo rutas y destinos inexistentes. Pero la chapucera historia nos da bofetadas de realidad. ¿Qué ocurriría si Gran Bretaña sale de la Unión Europea? ¿Y si Trump ganara las elecciones? Dos brutales retrocesos.

Todos los seres humanos al amparo de los mismos derechos, incluido el derecho a la felicidad, todos libres. Fuera la monarquía francesa, fuera las monarquías de todo el mundo. Las calles de París son continente de la euforia, la Bastilla como símbolo de la rebelión creadora. La Ilustración fue globalizadora. Corre la segunda mitad del siglo XVIII. Pero aquí estamos en pleno XXI con monarquías centenarias como la británica o las escandinavas o nuevas como la española o la camboyana. A toda acción una reacción en sentido inverso y de proporción similar. A la Ilustración correspondió el Romanticismo que se pavoneó todo el siglo XIX. Francia tardaría varías décadas en poder instalar el Código Napoleónico. ¿Por qué el asombro? Los nuevos provincialismos son una reacción.

Trump y buena parte de Europa se sublevan por los migrantes. Quieren de nuevo fronteras, muros contra la globalización. Los fáciles presagios del mundo único se sacuden, hoy las mayores tensiones nacen por la búsqueda de una identidad propia, inconfundible, única. Llámese Gran Bretaña frente a la Unión o Cataluña frente a España o Escocia frente a Gran Bretaña. Cameron negoció con rudeza frente a la Unión Europea. Salió victorioso obteniendo condiciones de excepción que irritan a los otros miembros. Las cuotas de migrantes fueron el punto de inflexión. Todos iguales pero Gran Bretaña es más igual, es decir diferente. Y Bruselas tuvo que aceptar las condiciones. La salida de Gran Bretaña sería un cisma, pero sus condiciones son una crisis anunciada. Cualquier solución era mala. Cameron tendrá que hacer campaña en contra del Brexit con una opinión pública por definirse. Escocia observa desde sus ánimos de independencia.

A la crisis financiera de Grecia, de España, a las tensiones por los refugiados de Siria, a las limitaciones económicas del gobierno de la Unión, deberán sumarse las derivadas de 23 de junio, día del referéndum sobre la permanencia o salida. España por su lado sigue dando tumbos en la formación del nuevo gobierno. La soberbia de Podemos y de Rajoy es el condimento perfecto para ahuyentar los acuerdos. Los independentistas amenazan. Por si fuera poco la economía china no sale de un marasmo que ancla a todo al orbe. La recuperación no está en el horizonte por una deuda inconcebible de casi cinco veces el tamaño de su economía.

Y para eso sí estamos globalizados, porque la atonía china ahora sí impacta al mundo, como también lo impacta el crecimiento de India. Los dos grandes emergentes de los cuales depende en buena medida el crecimiento del orbe. También el petróleo universaliza. El nuevo mundo es muy sensible a sus oscilaciones. La OPEP se reúne pero sus decisiones ahora ya no son determinantes. Nuevos productores -Irán-, nuevas fuentes de energía, nuevas tecnologías, todo pareciera conspirar para hundir el barril en el sótano. Energéticos baratos luego más comercio, gritan los optimistas. Pero el riesgo también es global. Si una de las empresas grandes entrara en default el mundo se asomaría a un nuevo abismo de recesión. Mantener el precio o incrementarlo se convierte en una prioridad global.

El desprestigio de la política lo inunda todo. Las y los amantes no dan tregua. Llámese Fernando Enrique Cardoso, Evo Morales o Rodolfo Palomino, el jefe de la policía colombiana, acusado de propiciar una red de prostitución masculina. El ciudadano observa los desfiguros y reacciona en consecuencia: todos son iguales, no importa el país o el sistema de gobierno. Podemos y Ciudadanos en España o independientes en México son el resultado de ese desprestigio. El malestar con la política es universal, pero cada quien conserva sus peculiaridades. De la desesperanza surge la búsqueda de alternativas.

Si los partidos son escuelas de corrupción, de sumisión, de indignidad; si el poder corrompe -Lord Acton dixit- por qué no buscar a los que no están en esa ruta, los sin partido. Trump vociferando sandeces, pudiera ser el candidato del partido de Abraham Lincoln. Sanders, el otro hereje que surgió de la furia contra Wall Street, encara ese símbolo de riqueza por especulación. Los dos son contrapunto de la edificación de instituciones, los dos son contrapunto de la aldea global. La invención de provincias, esa tentación de convertir lo propio en eje del mundo, es peligrosamente popular.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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