— J. Locke
En esta ocasión vamos a reflexionar acerca de la forma en que el profesor es visto en la actualidad en nuestro país: la concepción del profesor en los tiempos actuales ha cambiado diametralmente y a pasado de ser un experto ejecutor de una instrucción programada, un informador, para ser visualizado ahora como un facilitador de procesos de aprendizaje.
Dejar de ser la figura más importante en el proceso educativo, nos ha llevado, ineludiblemente a convertirnos en formadores de nuestros alumnos, ya que se nos ha demostrado que no somos, pero ni por mucho, los poseedores de la información.
Los profesores y su labor, son actualmente objeto de reformas educativas, que los siguen reduciendo a la categoría de técnicos superiores y ejecutores que se encargan de llevar a cabo dictámenes y objetivos programáticos decididos por expertos totalmente ajenos a las realidades cotidianas del aula.
El clima político e ideológico que la sociedad tiene actualmente, no favorece al profesorado, al que consideran como un profesional poco preparado, con una nula disposición hacia el trabajo, nada comprometido, sin actualización, etc. Lo que vuelve a poner en entredicho la calidad moral y profesional del magisterio.
Ante este panorama, el profesorado tiene ante sí el enorme reto de entablar un debate público con sus críticos y detractores, ya que cada vez más el profesorado en México tiene poco, si no es que nulo reconocimiento a su trabajo.
Es necesario comprometerse además con la autocrítica respecto a la naturaleza y la finalidad de su preparación como docente, ya sabemos de la enorme cantidad de profesores que han permanecido en el espacio de confort que les proporciona el contar con una base laboral y que les preocupa poco su actualización y superación profesional. El problema es que la evaluación al desempeño docente ha puesto en entredicho su permanencia en el servicio.
Organizarse colectivamente, no sólo para protestar, sino para mejorar las condiciones de trabajo en el aula, es fundamental; nos referimos al trabajo colegiado desde las propias academias, desde los proyectos escolares, los consejos técnicos, etc., con el fin de mejorar las condiciones en las que los profesores sedesempeñan cotidianamente.
Demostrar a la opinión pública el papel central que debe destinarse al profesorado, ya que para cualquier intento de reforma o cualquier modificación, por innovadora que sea, no podrá operativizarse sin la convicción y la participación activa del profesorado.
A este respecto, el enfoque teórico que puntualiza la necesidad de implementar una nueva perspectiva, un punto de vista alternativo sobre la formación y el trabajo de los profesores, es básico y con la aportación teórica que hace Henry Giroux (1990) a este respecto es muy importante y su aportación gira en torno a dos aspectos fundamentales:
Primero, examinar por qué se ha reducido a los profesores a la categoría de técnicos especializados dentro de la burocracia escolar, con la función de gestionar y cumplimentar programas curriculares, en lugar de desarrollar críticamente los currículums. Este planteamiento me parece fundamental ya que el desempeño docente no puede limitarse sólo a un asunto de gestión escolar, sino a una profunda implicación con la transformación de la escuela, vía planes y programas de estudio.
Segundo, la necesidad de defender a las escuelas como instituciones esenciales para la democracia crítica, que consideran a los profesores como intelectuales transformativos que combinan la reflexión y la práctica académicas, con el fin de formar ciudadanos críticos, reflexivos y activos.
Esta segunda postura teórica, que defiende la idea de repensar y reestructurar la naturaleza del trabajo docente, conlleva la posibilidad de contemplar a los profesores como intelectuales capaces de transformar su propia labor y por consecuencia sus escuelas.
Ser intelectual resulta útil porque ofrece una base teórica para examinar el trabajo docente como una tarea del intelecto, en contraposición a una definición puramente instrumental o técnica. Contemplarlos así aclara la importante idea de que toda actividad humana implica alguna forma de pensamiento; esto es crucial al sostener que el uso de la mente es un componente general de toda actividad humana, exaltando la capacidad de integrar pensamiento y práctica.
Lo anterior pone de relieve el núcleo de lo que significa contemplar a los profesores como profesionales reflexivos de la enseñanza y no sólo como ejecutores profesionalmente equipados para hacer efectiva cualquier meta que se les señale.
Es necesario que en la actualidad los profesores ejerzan su responsabilidad, al plantear cuestiones serias acerca de lo que enseñan, cómo lo enseñan, que utilidad tiene lo que enseñan y qué metas persiguen con lo que enseñan.
Esto tiene una dimensión normativa y política relevante para los profesores, si creemos que el papel de la enseñanza no puede reducirse al simple adiestramiento de habilidades prácticas, sino que implica educar intelectuales, lo que es vital para el desarrollo de un México más libre.
Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com
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