Donaldo Trump paga favores en forma extraña. Acaba de decir que su viaje a México fue todo un éxito. Como prueba de ello señaló que el gobierno mexicano cesó al funcionario que armó la visita.
La lógica se estrella tratando de entender su pensamiento. ¿Es que nuestro gobierno necesitaba a Trump para podar su estructura? ¿La salida de Videgaray fue un paso que hacía falta?
Pero, vaya manera de agradecerle a Peña Nieto la inédita acogida que le prodigó en Los Pinos y que tanto ha dañado la imagen presidencial. El obsesivo desprecio a México del que Trump alardea y su reiterado proyecto del muro revela cuán lejos está de agradecer la invitación.
Chico favor a su valedor le destina Trump a quien merece la máxima gratitud por el gran provecho que el facineroso candidato le está sacando en su campaña a su conflictiva visita de la que difunde una imagen de estadista y eficaz campeón de los valores.
La lección es clara. Para los que pudieran simpatizar con Trump el incidente que hemos presenciado nos lleva a analizar la calidad del sujeto en cuestión y una oportuna advertencia sobre el escenario en que se está moviendo la política en muchas partes del mundo.
Mucho podrá revelarse en el debate entre los dos pretendientes presidenciales norteamericanos previsto para el 26 de este mes y hacia donde evolucionará el proceso electoral, tan cerca de llegar a su fase definitoria. Las tesis que cada uno maneje definirán el voto de los indecisos.
El caso particular de Trump nos muestra un individuo exagerado, y excéntrico, y una personalidad narcisista proclive a falsear la realidad. El fenómeno Trump es grotesca caricatura del descontento que carcome las bases populares de la mayoría de los países que se estiman democráticos.
Estamos en una época de cuestionamientos hondos sobre los modelos socioeconómicos vigentes en la mayor parte del mundo. Estas discusiones afloran en los países que, libres de los horrores de las guerras civiles que hoy día se escenifican, pueden hacerlas.
Los planteamientos ya no ideológicos sino de administración económica de cada país son los que están en el centro del análisis ahora que las técnicas de administración exitosa del desarrollo nacional y de las empresas son tan necesarias.
Hoy, sin embargo, lo que está en cuestionamiento es la validez de los modelos y sistemas socioeconómicos que norman las políticas nacionales de desarrollo. Nadie está satisfecho con el modelo de producción y distribución de la riqueza que ha prevalecido durante los últimos tres siglos.
Mucho tiene que ver el mecanismo jurídico de la sociedad anónima que desarticula a la empresa así organizada de su función social. Desde el momento en que el productor ya no empeña sus bienes a la suerte de la empresa que ha fundado, se marca la gran liberación que hace posible el nacimiento del capitalismo indomable que, llevado a su lógica consecuencia, hoy deja a la sociedad sujeta a la conveniencia mercantil de los empresarios.
La única vinculación de la empresa con su comunidad se da en tanto que ésta no es más que el mercado que la empresa debe conquistar. El objetivo no es contribuir al bienestar de la comunidad sino extraer de ella una ganancia mercantil. Los intentos de sembrar conciencia de la responsabilidad social de la empresa no traspasan el marco financiero.
Es contra las severas consecuencias, en términos de bienestar social, de la tajante desvinculación de la sociedad de la actividad empresarial que se alzan las estridentes voces desde las calles y las plazas de ciudades de América, Europa, África y Asia.
Gentes como Trump, precisamente, un notorio ejemplo de éxito gracias a las estructuras empresariales que se extienden por todo el mundo, podrán gritar contra el inicuo estado de cosas, pero del que son producto y al que deben sus ganancias.
Otros individuos organizan marchas y plantones de protesta, muy publicitadas, pero que poco o nada aportan a la solución de la situación que condenan.
La tarea que nos llama no está en las calles. Los que quieren atajar los problemas para remediarlos, tienen que trabajar, las más veces calladamente. Las transformaciones no se han hecho con estrépitos.
El fenómeno que vive Estados Unidos con un candidato-actor que hasta ahora promete irrealidades es un caso que nosotros en México no queremos ver en nuestras próximas elecciones del 18. Sabemos que los agitadores enganchan, pero pagan mal.
Juliofelipefaesler@yahoo.com