Columnas la Laguna Columnas La Laguna Editorial

METÁFORA CIUDADANA

GRACIA DE LOS JUSTOS PARA PECADORES

DR. LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ÁLVAREZ

"En este horrible lugar donde priva la tristeza, no se castiga el crimen, se castiga la pobreza"

Letrero popular en Lecumberri.

"Castigar y vigilar. Nacimiento de la prisión" obra literaria del filósofo e historiador francés Michel Foucault publicada en 1975, nos ofrece un interesante estudio de la transformación ética de los sistemas penales de la Edad Media a la actualidad.

En la Edad Media la aplicación de castigos ejemplares como el suplicio eran un riguroso modelo de demostración penal, manifestando como verdad lo que se había logrado en todo el proceso judicial, pregonando un severo castigo físico sobre el cuerpo del delincuente. El suplicio en sí era, además, un ritual político, ya que se suponía que todo crimen atacaba al soberano, por lo que la pena era una venganza a la ofensa hecha al rey. Por ello se primaba la represalia punitiva, convirtiéndola en espectáculo y día de fiesta.

La ejecución de Robert François Damiens en París en 1757, ejemplifica el castigo severo en exceso: Él trato de asesinar a Luis XV y después del juicio fue torturado con tenazas al rojo vivo; su mano, sujetando el cuchillo usado en el intento de magnicidio, fue quemada con azufre; sobre sus heridas en carne viva se vertió cera derretida, plomo y aceite hirviendo. Después se ataron caballos a sus brazos y piernas; pero las extremidades de Damiens no se separaron con facilidad porque resultó poseer una exagerada elasticidad. Tras dos horas, los verdugos se vieron forzados a cortar los ligamentos de Damiens con un hacha. Un nuevo tirón de los caballos y Damiens fue desmembrado para alegría del nutrido público, y su torso, todavía vivo según testigos, fue arrojado al fuego. Lo increíble fue la capacidad de los asistentes para seguir hasta el final el martirio infligido por el verdugo. La casa natal de Damiens fue arrasada con la prohibición de volver a edificarla. Su mujer, su hija y su padre fueron expulsados del reino, bajo pena de muerte inmediata si regresaban.

A partir de dicha ejecución, surgen numerosas protestas contra el tormento, al que se considera vergonzoso y se exige, para el reo culpable, un poco de "humanidad". Se debe respetar incluso al peor de los asesinos; de ahí florecerán más tarde los Derechos Humanos y la defensa de la sed de venganza del ofendido sobre el inocente y hasta del culpable y se pasará de concebir el delito como daño social.

La Revolución Industrial y el aumento de las riquezas, suponen una disminución de los crímenes de sangre y un crecimiento de los delitos contra la propiedad, en cuyo caso el suplicio es un castigo exagerado. Se suprime la sanción sanguinaria optándose por la prisión, la cual, si bien es un castigo físico, por razones de humanidad y hasta de dignificación de la persona humana del delincuente, evita la sanción pública que provoca morbosidades y también se privatiza su cumplimiento.

En una sociedad en la que la libertad es un bien altamente apreciado y una virtud por excelencia, la privación de ésta surge como un mal social, nada apetecible para nadie y despreciado por todos; entonces se convierte en un castigo "igualitario"; punible para nobles y plebeyos, ricos y pobres; no hay distinción en su aplicación. Se inicia la construcción de edificios monstruosos al exterior y que permitan un estricto control interior, pero muy benigno en comparación con los patíbulos. Ahora la condena disciplinaria tiene por función reducir las desviaciones y debe ser fundamentalmente correctiva. Ello permitirá regresar al reo al bien del mal, y permite que se califique ya no las acciones, sino a los individuos mismos.

Los principios fundamentales de la prisión para poder ejercer una educación total sobre el individuo son tanto positivos como negativos: aislamiento del condenado; trabajo como readaptación; modulación de la pena, a fin de cuantificar exactamente el grado del delito; educación penitenciaria y control penitenciario por personal especializado. Todo esto corresponde a una ética de las penas que considera a los delincuentes como personas con dignidad, entes únicos, irrepetibles y trascendentes, como cualquier otro ser humano.

La alegría sentida por inmensidad de coahuilenses la semana pasada, se vio empañada y trocada en una decepción irritante, al conocer que Humberto Moreira Valdés había quedado libre en España. Dicha decisión judicial que beneficia a este político protegido y miembro de la peor casta que ha gobernado a nuestro país en toda su historia, me permite justificar razones de fondo para considerar que todos, sin excepción, tenemos derecho a juicio justo y a ser protegido por las leyes, algo que muchas personas niegan y desearían se aplicara, a infinidad de depredadores sociales, un castigo casi similar a Damiens.

Y es que en México, donde priva la corrupción y la impunidad, donde la penalidad es para los pobres y los poderosos se burlan de ella; a muchos se les antoja ejercer justicia severa y, cuando se siente una mayor defraudación, los sentimientos se emponzoñan y las iras afloran, pero es ahora cuando debemos conservar la calma, la cabeza fría y pensar en actuaciones correctas.

Los Derechos Humanos deben ser respetados y defendidos por encima de todo. En países realmente democráticos esto sucede; las leyes que defienden la dignidad humana van más allá de la liberación de un criminal ante el temor del encarcelamiento de un inocente; es decir, más vale un culpable en la calle que un inocente en prisión. Además, existen abogados que saben muy bien de los vericuetos de las leyes impedidoras de injusticias; utilizan esos argumentos creados para defender a inocentes para exculpar a convictos, trucando el principio de "Pagan justos por pecadores" por el de "Gozan pecadores de la gracia de los justos"

Sin embargo, los mexicanos y en especial los coahuilenses, no debemos caer en la desesperación, menos aún confiarnos en que otros, como la oposición que es igual de corrupta, o los españoles o gringos, harán lo que nosotros debiéramos realizar. Lo que sentimos es único, los demás no lo han vivido y por ello podrán aceptar recursos legaloides, si alguien debe castigarlos, somos los ciudadanos ofendidos y eso lo podemos y debemos hacer a partir de actuar en movimientos cívicos, con desobediencia ciudadana y acudir a votar por personas menos corruptas.

Leer más de Columnas la Laguna

Escrito en: Metáfora ciudadana

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas la Laguna

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1191006

elsiglo.mx