Soy inferior a cualquier Ser Humano Cuyos derechos pisoteo.
Horace Greeley
La única razón de la existencia de los gobierno debe ser ayudar a que todos los miembros de un estado alcance su pleno desarrollo humano, incluido en esto, la búsqueda de la felicidad.
Un buen sector de la ciudadana y periodistas de los países bajos exigieron al gobierno de la reina Beatriz de Holanda declare a Enrique Peña Nieto "Persona non grata"; le piden sea congruente con su política en defensa de los Derechos Humanos. Cuando él visitó París en julio pasado, varios partidos políticos y múltiples ONG→ s, solicitaron algo similar; a solamente un mes de su desfachatez de exigir al gobierno venezolano que respetara los Derechos Humanos y esto, justo, a un año de la matanza de Tlatlaya.
¿Pero qué es lo que provoca que miles de ciudadanos de las naciones democráticas del mundo exijan a las autoridades de sus países tomar esa dura decisión? Ante todo una clara conciencia en la defensa de los Derechos Humanos. En un artículo holandés leemos: "La invitación hecha a un presidente que encabeza un gobierno corrupto y violador de Derechos Humanos demuestra que para los Países Bajos, igual que antes para Inglaterra y Francia, los intereses económicos siempre tendrán prioridad". Ante esa argumentación, la corona holandesa se apresta a escuchar al pueblo; algo que no ocurre en México, ni en Coahuila o Torreón.
Los reyes asirios creían que su misión era complacer a su dios, Assur; a quien rendían cuentas de las conquistas realizadas en su nombre. Pensaban que aplicando crueles castigos a los derrotados podían alegrarlo y él les bendeciría.
Arrasaron pueblos, devastaron reinos, enviaron al cautiverio a centenas de millares de personas y sembraron en todas partes el terror y la muerte. En sus palacios muestran, a través de estelas y relieves, escenas bélicas en las que los triunfos militares se complementaban con crueles castigos contra los vencidos. Toda ciudad conquistada era destruida al igual que sus tierras de cultivo. En sus crónicas escriben: "Los cuerpos de mis enemigos derribé como lo hace el dios de las tempestades; corría sangre entre sus barrancos. Les corté las cabezas y las amontoné a la entrada de sus ciudades, como gavillas de trigo. Arrebaté sus posesiones y los despojé de sus bienes; luego levanté un pilar en la entrada de la ciudad para colgar los pellejos de los príncipes a los que hice arrancar la piel. Algunas pieles estaban en el pilar, otras colgadas con estacas a su alrededor. Mis corceles saltaron haciendo cabriolas en los arroyos de sangre. Con los cuerpos de sus guerreros llené la planicie como si fuera hierba."
Desde la antigüedad, el desprecio al ser humano por las autoridades ha campeado en nuestro mundo; atroces asesinatos o negación de existencia humana han sido el camino fácil de las tiranías; pero los tiempos cambian, la visiones del pasado no son las mismas del siglo XXI; ahora sería intolerante, en occidente, las prácticas asirias o aztecas, pero aún, en el contexto del México actual, persiste esa práctica: ya no en decapitaciones o desollamientos físicos, pero si en destrucción de la personalidad de seres humanos… ¿Cuál es peor?
Hoy en día, los crímenes de estado buscan ser justificados; el gobierno y los medios de comunicación vendidos intentan ignorar, soslayar, e incluso, olvidar atrocidades por militares y policías, tratando de cubrir esa situación con cortinas de humo, mientras se genera una desesperación terrible en la mayoría de los ciudadanos.
Las estadísticas que manejan los gobiernos de todos los niveles especulan bajas fraudulentas en los delitos; pero para quien los sufre o para sus familiares, no importa el número ni el origen del dato; lo que vale es el resultado y éste es que ellos o alguna persona cercana está sufriendo un situación lastimosa, aunque sea el único que la sufre, para él, esa situación es un cien por ciento. Por lo menos los reyes mesopotámicos eran honestos en sus declaraciones, presumían sus atrocidades, pero los actuales gobernantes mexicanos, las ocultan, las niegan las disfrazan; y sin embargo, ahí están.
Me refiero concretamente al sufrimiento del pueblo mexicano, de todos nosotros, los que no tenemos seguridad privada, ni camionetas blindadas y guaruras. Eso es lo que hace a humanistas europeos pedir a sus líderes que no den buena acogida a quien es la cabeza de un estado despótico, perverso y destructor del ser humano. Los crímenes de estado y de lesa humanidad continúan; no olvidamos la muerte de decenas de periodistas; las matanzas múltiples tienen nombres: Ayotzinapa, Tlatlaya y otros más inolvidables, las fosas clandestinas en Coahuila, en Morelos y en Guerrero en las que los gobernantes han dicho: "De la seguridad me encargo yo", encargándose solamente del erario; todo justo bajo el gobierno de Peña Nieto. Éstos son solamente un sesgo de los homicidios al pueblo mexicano; más terribles gracias a la impunidad que campea en nuestra patria y que tratan de ocultarnos engañándonos con dudosas capturas de narcotraficantes y sus amoríos; tal pareciera que toda la delincuencia en México se ubica en un solo individuo y sus conexiones artísticas y políticas.
Existen otras formas de desprecio al ser humano: el buscar ofuscar su inteligencia: que un mandatario se enfurezca porque los mandantes, que son sus patrones: los ciudadanos, no acepten las mentiras que ofrecen sus subalternos en una comparecencia, es agresión directa a la libertad de expresión; es más que un abuso; es una cínica carcajada contra los mexicanos; y en su cara; ¿Qué se creen estos funcionarios?: ¿Zares o Sultanes ante quienes todos debemos bajar la testa mirando al suelo?
Ahora, con la situación económica que se cierne ya sobre nosotros y que pronto será una crisis galopante; nuevamente surge el engaño vil al declararse que la culpa de ésta es sólo mundial; buscando que olvidemos los gobiernos priistas del siglo pasado, cuando al peso hubo necedad y necesidad de quitarle tres ceros para tratar de disuadirnos de que el país no estaba, como hoy mismo también lo está, cayéndose a pedazos y con sus saqueadores en libertad absoluta.
No es pues la persona del mexicano la razón de ser del gobierno; sino su cautivo doloroso y el objeto de su escarnio.