El 19 de febrero de 1913, el general Victoriano Huerta, siguiendo los procedimientos legales de la constitución vigente, tomaba protesta como presidente de la república; cumplía así con los formulismos que exigía el código de 1857 reformado infinidad de veces. Su posicionamiento era legal, pero no legítimo; lo había logrado tras un golpe de estado en que aprisionó al presidente y al vicepresidente, Madero y Pino Suárez, logrando obtener de ellos su renuncia oficial. La cámara de diputados, siguiendo la reglamentación tomó protesta a Pedro Lascuraín, quien nombró a Huerta Secretario de Gobernación e inmediatamente renunció; ello permitió el ascenso del "soldado feroz" como le llamó Belisario Domínguez. Tras la protesta el recinto guardó sepulcral silencio; Huerta miró con odio a los diputados y comentó al verdugo oficial Aureliano Blanquet, "no aplauden". Meses más tarde se vengó desapareciendo al congreso.
Victoriano Huerta había aprovechado la rebelión antimaderista conocida como la "Decena Trágica" sumándose a ella y aliándose con Félix Díaz a quien había ofrecido entregarle la presidencia de México tras unas elecciones posteriores; pero más tarde, ante los múltiples levantamientos armados en contra de su dictadura, justificó su permanencia en el poder y nunca realizó tal proceso electoral. Huerta aseveró que mexicanos y extranjeros gozarían de todas las garantías individuales y respeto irrestricto a sus personas; ofreció reformas efectivas, y más tarde exigió fuertes cantidades de dinero a todos los bancos, ordenando emisiones fuera de la ley de los billetes circulantes. El Episcopado de México y los industriales, fueron obligados a hacer préstamos al gobierno su lema fue: "Mi espada y mi vida son de la patria para lograr la paz, y juro que ésta se hará, cueste lo que cueste".
Huerta había sido recibido por ciertos sectores con esperanzadora ilusión de que mejorara la situación el país, pero pronto su popularidad decayó estrepitosamente y la rebelión contra su tiranía cubrió toda la nación; fueron asesinados multitud de ciudadanos, varios diputados y senadores; algunos gobernadores depuestos y asesinados. Huerta, en el paroxismo de su cinismo, negaba tales atrocidades ante el cuerpo diplomático acreditado en México, a quienes presumía sus logros imaginarios mientras México se incendiaba con violencia y pobreza. Un año cuatro meses duro ese suplicio que fue abatido definitivamente.
El cinismo con el que Huerta defendió su dictadura ha sido ejemplo de descaro político en toda la era posrevolucionaria; hoy siguen utilizándolo los políticos de todos los niveles a pesar de las circunstancias actuales, tal parece que el México de ellos y el de los ciudadanos de "a pie" son dos mundos diferentes.
Un botón brillante es la encuesta de esta semana del diario universal que establece que al igual que el gobierno de Huerta, los pronósticos de que el gobierno de Enrique Peña Nieto se colapsaría a mitad del sexenio se han cumplido; el 63% de los mexicanos no quiere saber nada de él; y se pronostica que para diciembre la desconfianza social alcanzará el 70%. Además, la mayoría de los entrevistados señaló que las Reformas Estructurales, las que tanto presume dentro y fuera del país, han sido la parte más negativa de su gestión. Un aspecto destacado es que el 74% dijo que va por muy mal camino. Otro dato importante, es que el 84% de los mexicanos asegura que los problemas del país han rebasado por completo al presidente; y, para culminar, a pesar de las leyes anticorrupción, días después de su promulgación, la mayoría de los mexicanos ven en Enrique Peña Nieto, y en su esposa, Angélica Rivera, el ejemplo más representativo de corrupción, Enrique-cimiento ilícito, y derroche de recursos. Sin embargo, en todos los medios de comunicación se siguen presumiendo frustradas reformas; festinando logros inexistentes y viviendo un mundo que no es el de los mexicanos de segunda.
Pero además síganse los descaros de otros amigos de ellos; Javier Duarte Ochoa gobernador saliente de Veracruz denunciando a Miguel Ángel Yunes, gobernador electo, por enriquecimiento ilícito; seguramente debe haber algo de cierto, pero hace casi dos mil años, alguien habló de ver "la Paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio"; máxime cuando se le descubren a Duarte más propiedades muy costosas en Texas. Humberto Moreira demandando por diez millones de pesos al periodista Sergio Aguayo por daño moral; por esa ruta logrará una fortuna mayor a la que ya posee, reclamando a todo periodista que hable mal de su gestión en Coahuila y el PRI. Y para emparentar las épocas tocadas en esta columna, lo que subsiste es la venganza: Enrique Peña se desquita de los mexicanos por su rechazo y por las votaciones en contra el PRI castigando al pueblo con gasolinazos y electricidazos y espérense, aún faltan otros.
El colmo del descaro: Francisco Jaime Hernández Martínez. Nuevo director de la CFE al asegurar que "…sin la Reforma Energética, el impacto en las variaciones en los precios de los combustibles serían aún mayores"; o sea que debemos estar agradecidos de que nos roben, nos suban el precio y de pilón nos vean la cara de imberbes con sus reformas fracasadas. Eso me recuerda tres frases geniales de cinismo entre los políticos mexicanos: Pedro Aspe, Secretario de Hacienda de Salinas de Gortari enfatizó: "la pobreza es un mito genial"; José López Portillo, presidente de México de 1976 a 1982, por el nombramiento de su hijo José Ramón como subsecretario de Programación y Presupuesto: "El orgullo de mi nepotismo"; y, para culminar, la muy conocida frase de Carlos Hank González, ex gobernador del Estado de México "Un político pobre es un pobre político".