El pasado martes 6 de diciembre en el teatro Nazas de esta ciudad, el presidente municipal de Torreón, el alcalde Miguel Ángel Riquelme Solís rindió su tercer informe de gobierno, el mismo del cual se sirvió para anunciar su precandidatura al gobierno de Coahuila.
Riquelme Solís no hizo otra cosa que adecuarse una vez más a la vieja tradición priista, que señala que el elegido vendrá de su superior jerárquico, que para efectos del caso lo es el gobernador del Estado, el licenciado Rubén Moreira Valdés. Por el que el evento en sí, más allá de haber sido una ceremonia de un año más de alcaldía, resultó como era de esperarse, el primer acto formal de campaña del candidato del sistema.
¿Cuál entonces es la sorpresa? De rebote lo es ninguna. Era de sobra conocido que el aparato gubernamental estaba del lado del ingeniero Riquelme, que supo ganarse el ánimo de Rubén para sucederlo, lo cual es extraño sin duda, ya que Rubén, al igual que el prófugo de la justicia estadounidense, Jorge Torres, el profesor Humberto Moreira y hasta el hoy embajador de México en Cuba, licenciado Enrique Martínez y Martínez son oriundos todos de la capital coahuilense: Saltillo.
Con este escenario y dentro del juego político, es que los propios tiempos ordenan definiciones. Miguel Ángel Riquelme no resulta ser otra cosa que el candidato que el Moreirato y por lo tanto el priismo oficial de Coahuila ha determinado, más allá de que si el ex diputado local, ex diputado federal, ex Secretario General de Gobierno de Coahuila, ex Secretario de Desarrollo Social de Coahuila, ex Secretario de Desarrollo Social y hoy alcalde de Torreón con licencia (todos estos cargos lo ha ocupado dentro de los sexenios de los hermanos Humberto y Rubén Moreira Valdés, hay que decirlo).
No es justo ni equilibrado desdeñar lo que el gobierno municipal de Miguel Riquelme le ha dado a Torreón, ya que es evidente que el hoy alcalde con licencia le devolvió a esta ciudad desde su trinchera su dinamismo. Supo de la mano con su mentor el gobernador Moreira atraer inversión extranjera que hoy genera cientos de fuentes de empleo. Condujo la perforación de 24 pozos profundos para que el Simas pudiera aliviar los escasez de agua que apremiaba a la ciudad. La Línea Verde, el complejo cultural y deportivo de La Jabonera al poniente de la ciudad; la Línea Verde, que acercó espacios deportivos dignos a miles de torreonenses al oriente de la mancha urbana y hasta el flamante Paseo Morelos, son obras todas que le han cambiado el rostro a Torreón (dejamos de lado el alumbrado, puesto que el contrato de concesión del mismo deja por decir lo menos, dudas).
El caso hoy es que, si bien es cierto se prevé que alguien más se registre por el PRI para contender, lo esperado es que los que habían levantado la mano como la senadora Hilda Flores Escamilla, o los diputados federales Jericó Abramo y Javier Guerrero, no se registren como precandidatos (tiene poco más que nulas posibilidades de vencer a Riquelme) simplemente hagan mutis y por ahí suelten frases de que no encontraron suelo parejo para contender.
Este es pues el escenario en el oficialismo, falta entonces que la oposición real en Coahuila (dígase el PAN) defina su candidato. Y aquí parece que los dados se cargan al senador Luis Fernando Salazar, pupilo inmediato de Guillermo Anaya (a quien ha sobrepasado) por lo que se espera una guerra sin cuartel en aras de la conquista del Palacio Rosa de Saltillo, cede del Poder Ejecutivo Federal.
El empuje, los conectes y la capacidad organizativa de Luis Fernando parece que ha dejado atrás el buen posicionamiento de Guillermo y el regazo estatal que no alcanzó a subsanar el alcalde capitalino Isidro López.
Con esas condiciones atípicas, parece que el gobierno de Coahuila será disputado por dos laguneros: Miguel Ángel y Luis Fernando, los cuales aseguran regresarle a La Laguna una silla que sólo el pasar del tiempo les daba, aunque sus orígenes y récords quizá no sean los mejores.
