Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que oyó cantar a Mahalia Jackson, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-En aquel tiempo la fe movía montañas. Ahora es tan pequeña que no puede ya mover ni una piedra de hormiguero. Nos hemos vuelto escépticos: no creemos en nada, y tampoco en nadie creemos.
Dio un nuevo sorbo a su martini y prosiguió:
-Deberíamos tener fe, como en los tiempos de Nuestro Señor. Aún quedan muchas montañas por mover.
La bella mujer que lo escuchaba le dijo:
-Yo tengo fe en ti.
Replicó él:
-Dime qué montaña quieres que te mueva.
Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...