En mi jardín vuela una avispa. Se detiene por un momento frente a mí. Aunque yo no lo sepa -no puedo saberlo- esa avispa está recordando. Dice para sí:
-Este hombre tiene una remota semejanza con aquel niño que hace muchos años me mató golpeándome con un cartón.
La avispa no lo sabe -no puede saberlo-, pero ya está en el mundo la sombra de un futuro niño que alguna vez verá a una avispa como ella y dirá como otro niño dijo ayer:
-Esta avispa quiere picarme. Voy a traer un cartón.
¿Cuántos niños habrá?
¿Cuántas avispas?
Muchos.
Muchas.
¿No serán en verdad un solo niño y una sola avispa?
¡Hasta mañana!...