Yo tengo las escrituras de mi rancho. Pero son falsas esas escrituras: el verdadero dueño es un buen viejo que se llama Dios. Cuando a mi rancho llego de visita -a donde llegues en la Tierra, aun a tu tierra, llegas de visita- el propietario, o sea Dios, tiene conmigo atenciones de anfitrión, y me regala cosas.
Esta semana que pasó me hizo dos regalos, aparte del amor y compañía de los míos. Me regaló la flor de los ciruelos, y me regaló una gran luna llena, anaranjada como una naranja. La puso entre los dos picos de Las Ánimas y le dijo que se estuviera quietecita un rato para que mis nietos y yo pudiéramos mirarla bien.
Gracias por esa luna y esas flores. Gracias por esa Semana Santa, santa como todas las semanas, como todos los días, tan llenos de Dios y de sus cosas y criaturas. Gracias.
¡Hasta mañana!...