Abel encendió fuego para hacer un sacrificio a Jehová. El humo de su hoguera subió al cielo.
Al día siguiente Caín hizo su sacrificio. El humo de su lumbrarada se arrastró por el suelo como una sierpe gris.
-¿Lo ves? -le dijo Abel-. Mi sacrificio fue grato al Señor: el humo del fuego que encendí subió a lo alto. En cambio tu ofrenda no complació a Yahvé, por eso el humo de tu hoguera quedó abajo. Eso indica que yo he cumplido la voluntad de quien nos creó. Tú, en cambio, has ido por el camino malo; por eso el Señor te muestra su rechazo.
Contestó Caín:
-No manches. Lo que pasa es que hoy hay inversión térmica.
¡Hasta mañana!...