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MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Aquel hombre soñaba con soñar un sueño.

Se le iba el sueño soñando aquel sueño, pero no dejó nunca que el sueño se le fuera.

Y sucedió que un día el sueño lo soñó a él.

Entonces el hombre y el sueño fueron una misma cosa. El hombre vivió para el sueño, y el sueño soñó para el hombre.

Aun así el hombre nunca pudo realizar su sueño.

Eso, sin embargo, no le quitó el sueño: sabía que los sueños -los verdaderos sueños- son para soñarse, no para vivirse.

Pasó el tiempo como un sueño, y el hombre murió. Al morir tenía una vaga sonrisa entre los labios. Jamás había renunciado a su sueño, y eso lo había hecho feliz. Cuando un sueño se cumple se vuelve realidad. Deja, por tanto, de ser sueño. Y la vida de los sueños es siempre mejor que el sueño de la vida.

¡Hasta mañana!...

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