LLUEVE POR UNANIMIDAD EN EL POTRERO. LLUEVE. LLUEVE.
Yo no oigo la lluvia como quien oye llover: la oigo como si lloviera Dios; como si ese buen padre nos mandara una bendición en cada gota.
Se henchirá de agua la tierra, igual que hembra fecundada. Los ocultos lagos crecerán, y los callados ríos subterráneos aumentarán su corriente silenciosa. En la noria el espejo subirá para vernos mejor, y el arroyo que baja de la sierra nos dejará oír su canción.
Cuando hay sequía en el Potrero rezamos con devoción para pedir que llueva. A Nuestra Señora de la Luz y a San Isidro Labrador les pedimos el milagro de la lluvia. Pero si llueve nos olvidamos de dar gracias, y la Virgen y el santo labrador se quedan olvidados en la capilla solitaria.
Seguramente no hacen caso de nuestra ingratitud. ¿Acaso los papás de un niño se duelen si el hijo no les da las gracias porque lo alimentan? Acá abajo hablamos de la cosecha que vendrá; del precio que tendrán la manzana y el ciruelo. Allá arriba ellos nos oyen como quien oye llover.
Y llueven, llueven. Y con eso nos alimentan como a hijos.
¡Hasta mañana!...