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MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Me habría gustado conocer a don Apolonio García, ranchero acaudalado, propietario de casas y terrenos en Guadalajara.

Pancho Villa impuso un préstamo forzoso a los ricos de la bella ciudad. Don Apolonio, conocido por su apego a los dineros, dijo que no podía dar esa aportación: era sólo un pobre campesino.

-Llévenlo preso -ordenó Villa.

-Como lo mande su merced -suspiró don Apolonio.

Al día siguiente lo hizo traer a su presencia. Si no entregaba la suma requerida, le dijo, mandaría que le dieran una cintareada, una golpiza con la parte plana de la espada.

-Como lo mande su merced -volvió a suspirar el ricachón.

Un día después Villa lo amenazó con amenaza peor: si no pagaba la contribución lo haría castrar.

-Como lo mande su merced -suspiró otra vez don Apolonio. Y añadió con otro suspiro:

-Dios le dé buena mano al capador.

Villa prorrumpió en una fuerte carcajada y ordenó:

-Suelten a este viejo cabrón. Me hizo reír, y la risa es mejor que el dinero.

¡Hasta mañana!...

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