CÁNCER: Toda la población femenina, a cualquier edad, está expuesta a padecer cáncer o crecimiento anormal del tejido epitelial de la superficie del cuello uterino. El daño se conoce también como displasia y se cataloga en tres categorías: leve (NIC I), moderada (NIC II) y severa o carcinoma in situ (NIC III); las de menor grado llegan a desaparecer solas, mientras que las de mayor grado pueden llegar a degenerar en un tumor maligno, aunque éste se puede eliminar mediante congelación o la aplicación de rayo láser.
La principal causa que desencadena esta enfermedad es el virus del papiloma humano, agente infeccioso de transmisión sexual. Igualmente se consideran factores desencadenantes inicio temprano de la actividad sexual (antes de los 15 años de edad), maternidad temprana (menos de 16 años), haber padecido sida y fumar.
Se puede presentar en mujeres a partir de los 15 años de edad, pero su mayor incidencia se encuentra entre aquéllas de 30 a 50. En sus primeras fases no hay síntomas, pero es importante acudir al ginecólogo si hay uno o varios de los siguientes signos: flujo o hemorragia vaginal persistente y sin causa, y dolor y sangrado después de tener relaciones sexuales.
MÉTODOS DE DIAGNÓSTICO:
Para confirmar la presencia del cáncer del cuello uterino, así como de las infecciones antes mencionadas, el ginecólogo cuenta con los siguientes exámenes pélvicos:
PAPANICOLAOU:
Totalmente indoloro, este método citológico recoge un poco del tejido epitelial que cubre la vagina y el de la superficie externa e interna del cuello del útero para su estudio en laboratorio. El objetivo es detectar la presencia de hongos, bacterias, virus o células cancerígenas, así como saber el nivel de hormonas sexuales con las que cuenta la paciente y si sus ovarios están produciendo los óvulos necesarios para la fecundación.
La toma de la muestra lleva unos segundos, y es recomendada a todas las mujeres mayores de 18 años, y a las que siendo menores a esta edad tengan vida sexual activa. Igualmente, debe aplicarse a quienes se encuentran en el climaterio (periodo posterior a la menopausia, en el que se experimentan algunos cambios importantes por la disminución en la producción de hormonas femeninas) o ya la han superado, pues no resulta raro el desarrollo de cáncer después de esta etapa.
COLPOSCOPÍA:
También conocida como traqueloscopia. La paciente se acuesta en la cama ginecológica con los pies apoyados en unos estribos que tiene a los lados dicho soporte, de forma que facilite al médico la introducción de un espejo vaginal (espéculo) que permita la apertura de este órgano a fin de colocar un microscopio modificado llamado colposcopio, el cual visualiza los tejidos de vulva, vagina o cuello uterino mediante un monitor en el que se ven imágenes que pueden ser almacenadas en un equipo de cómputo.
Si el médico identifica algún tejido fuera de lo normal, toma una muestra del mismo para que sea analizado en el laboratorio clínico, esto con el fin de obtener un diagnóstico definitivo que le permitirá determinar el tratamiento a seguir.
La colposcopia es indolora y permite la detección y diagnóstico de lesiones cancerígenas en el cuello uterino desde etapas tempranas, así como identifica alteraciones inflamatorias generadas por bacterias o virus, como el del papiloma humano, responsable de la formación de verrugas genitales y cáncer cervicouterino.
PRUEBA DE SCHlLLER:
El médico utiliza un aplicador (hisopo) empapado en una solución con yodo, que inserta a través del espéculo, el cual tiene la cualidad de teñir las porciones normales del cuello uterino pero no a los tejidos anormales, tomando de estos últimos una muestra (biopsia) para su estudio.
Finalmente, es muy importante mencionar que la salud del cuello uterino depende en gran medida de la atención que le preste cada mujer, pues mediante un sencillo examen pélvico, por lo menos anualmente, puede prevenir lesiones mayores y momentos desagradables.