Todo mundo busca las razones para explicar el triunfo de Trump. Que si supo sacar las conversaciones privadas de las cocinas norteamericanas a la plaza pública, donde los blancos de poca educación se referían que en la Casa Blanca habitaban cuatro changuitos, muestra inequívoca del persistente racismo persistente en ese país; que si los migrantes y sobre todo México y otros países se robaban los empleos de la industria automotriz y acerera norteamericana; que la candidata republicana representaba el status quo y carecía de una personalidad que entusiasmara.
En fin, hipótesis para tratar de encontrar las razones de la "sorprendente" victoria de Donald Trump puede haber cientos de ellas. Sin embargo, vale la pena plantear una que no ha sido manejada y que viene a ser una posibilidad más, que explicaría cómo fue posible que el pueblo norteamericano se haya decantado por un señor que lanzó durante más de 18 meses propuestas absurdas y descalificativos inaceptables para grupos étnicos como los latinos.
Quizá la respuesta sea que la raza blanca, que vale la pena decir, es todavía por mucho la predominante en Norteamérica, rondando el 70 % de la población total, optó por la propuesta de un señor que ciertamente reflejó lo que muchos de ellos piensan: que la raza negra, los latinos y hasta musulmanes son seres inferiores, y que por ello no deben tener oportunidades como ellos, las cuales desde su criterio una candidata como Hillary Clinton representaba lo contrario, un mundo de igualdad.
Esas fueron las condiciones generales en las cuales el hoy ganador supo encontrar los votantes necesarios para hacerse de la Casa Blanca por los próximos cuatro años con posibilidad claro a un período más en caso de reelegirse.
Ahora, luego de los recientes comicios, el efecto Trump parece que sacudirá todo. Sus amenazas de revisar o incluso cancelar el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica; de que se construirá un muro fronterizo entre Estados Unidos y México que será pagado por el segundo;, así como su advertencia de que obligará a las compañías automotrices de su país a regresar la construcción de sus plantas que tenga en el extranjero (precisamente como México), ha golpeado el mercado bursátil mexicano que ayer perdió más de 4 % en una sola jornada y sobre todo, apenas se vislumbraba su victoria sorpresiva, el peso se devaluó ante el dólar en apenas unas cuantas horas por el orden del 13 %.
Pero el pronóstico no puede ser tan malo como algunos auguran sólo porque ganó el candidato que desprecia a los mexicanos. En cierto que su arribo al poder es una mala noticia por los mexicanos, pero tampoco significará el acabose. Sencillamente hay que reflexionar que lo que se comercia entre los Estados Unidos y México ocurre sencillamente por una razón de conveniencia económica, no por un acto de solidaridad. La revisión del TLC es incluso natural, ya que éste entró en vigor hace 22 años. Por cuestiones obvias las condiciones cambian y es natural que alguna de las partes quiera revisarlo.
El problema principal para México no es Trump. Él es, cierto, una circunstancia adversa, pero el problema nuestro es la corrupción propiciada por falta de un estado de derecho, de observación de la ley. Lo que hizo Javier Duarte en Veracruz y que su fuga es una vergüenza. Pero los casos de los exgobernadores Borge de Quintana Roo, César Duarte en Chihuahua, antes Humberto Moreira en Coahuila y Padrés en Sonora abundan la tesis de que la corrupción nos está degradando y que a la postre, resta competitividad a nuestro país. Cierto que la victoria de Donald Trump tiró al peso un 13 %, pero en el sexenio hasta antes de conocerse las tendencias el pasado martes, ya habíamos experimentado en los casi 4 años del gobierno de Peña una depreciación del orden del 30 %.
Así pues ojalá que esta mala pasada que representa la personalidad del sucesor de Barack Obama en la oficina oval, sea una oportunidad para los mexicanos de detener este tobogán de los grandes corruptos que hoy inundan la arena pública nacional y que tanto daño hacen; que esto obligue a que se tomen las medidas sensatas y no electoreras, para amainar las consecuencias que tendrá la presidencia de Trump. Al tiempo.