No tolero a mi suegra
El matrimonio es una oportunidad de comenzar una nueva etapa de vida, apoyarse en la pareja y tomar impulso de las familias que los antecedieron en la vida, lograr una existencia llena de felicidad es siempre el objetivo, pero no resulta tan fácil como pareciera, al menos en muchos de los casos.
A veces, los padres de la pareja resultan un poco diferentes a lo que uno esperaría, en lugar de representar un soporte fiel, toman una postura agresiva con los que no llevan su propia sangre, ven a la persona en cuestión como una intrusa y procurarán hacerle la existencia lo más incómoda que se pueda, el fenómeno de la “suegra malvada” se manifiesta de forma consciente o inconscientemente.
Tal situación no es nada nueva, las suegras se han convertido desde hace mucho tiempo en sinónimos de incomodidad familiar, de conflictos en la pareja y de batallas interminables por establecer dominios, sucede en todo el mundo, en todas las culturas y a todas las edades, el reto es saber la forma de terminar con la dinámica del problema de convivencia, los caminos son variados según los especialistas.
¿Todo es culpa de ella?
En primer lugar, se tiene que identificar si realmente la suegra es el verdadero problema en el matrimonio o relación, muchas veces existen conflictos sin resolver que alguna de las partes proyecta hacia la figura de los suegros a manera de “justificación”, toda la culpa será a causa de ese factor externo, incluso si la familia política no tiene gran responsabilidad al respecto; en casos así se habla de casos “ficticios” de suegros malvados, cuando en realidad es un problema que ambos deberán de resolver.
Gran parte de esos casos “ficticios” tienen que ver con las expectativas que se tienen al momento de relacionarse con la nueva familia, se esperan comportamientos que uno consideraría ideales de parte de los padres de la pareja, pero en su lugar terminan decepcionando o generando molestias, hay que recordar que no se pueden controlar a las demás personas, pues todas tienen un criterio y valores propios, aunque se trate de los padres de la persona amada.
Si uno trata de hacer que los suegros actúen de la forma deseada habrá problemas, se tendrán que resolver con un nuevo análisis de las expectativas de relación con la familia política, no exigiendo a la pareja que “halle la forma de hacerlos cambiar”, eso será imposible y solamente aumentará la tensión con el paso del tiempo.
Otra opción “poco realista” que muchas personas suelen intentar es la de separar por completo a la pareja de su familia, intentar hacerles ver que ya son parte de “una nueva” y que por lo tanto deben de evitar el contacto con sus padres, a fin de no generar nuevos problemas en la relación.
Tal medida supone un riesgo de conflictos aún mayor, pues el contacto con la familia será algo inevitable y que tarde o temprano ocurrirá, cuando el momento llegue existirá la posibilidad de discusiones más fuertes, reclamos violentos e inevitablemente habrá resentimientos que saldrán a la luz. Es cierto, uno no se casa con la familia entera, pero tampoco se casa con una persona sin familia, tener eso en cuenta ayudará a elegir esa medida peligrosa e inútil.
Cuando sí es el problema
Los problemas de expectativas también aplican para los padres de la pareja, pues ellos siempre esperarán a la mejor persona para que se convierta en la compañera de su hijo o hija, tienen sueños y los convertirán en su modelo a la hora de hacer comparaciones con la realidad.
En un mundo ideal, la madre o padre sabrán reconocer los defectos y errores de la potencial pareja de su hijo, aceptarán el hecho de que esa elección no es propia y asumirán un rol de apoyo para la nueva persona que se integre a la familia… pero no vivimos siempre en un mundo ideal.
Existen madres que, a pesar de todo sentido común, se niegan a aceptar a cualquier persona que no cumpla con las expectativas que tienen para sus hijos, como si se tratara de una pareja propia; cualquier error o diferencia importante con su “ideal”, lo buscarán ridiculizar o hacer centro de controversia, será material de ataque con el objetivo de partir esa relación.
Casos más graves existen cuando, desde un principio, la “suegra” se planta en un papel intransigente con la nueva pareja de sus hijos, les hacen saber de cualquier forma que no serán bienvenidos en el clan, que siempre serán objeto de comparaciones irracionales y que no tendrá sentido esforzarse en buscar la aprobación, pues nunca la conseguirán.
En tales situaciones, deberá ser la pareja la que de un golpe sobre la mesa y defienda con justicia y autoridad a la nueva integrante, se le deberá hacer saber a sus padres que ya no se es más un niño y que se está por comenzar una nueva etapa independiente de la vida, los psicólogos lo han definido como el proceso de “cortar el cordón umbilical” una segunda vez.
Un gesto y actitud de respaldo a la pareja así, deberían de ser suficientes para mantener relativamente estable la relación, se le haría notar a los padres que su actitud de “suegros malvados” no será tolerada y que en adelante deberán de existir límites para mejorar la convivencia en adelante.
Si bien, no se les pedirá amarse entre sí, por lo menos deberá de existir un nivel básico de tolerancia y aceptación, además de respeto por las decisiones que se tomen al interior del matrimonio, aún más existiendo nietos de por medio.
Desafortunadamente no todos toman ese camino, pues alzar la voz contra la madre o el padre es algo mucho más complicado de lo que parece, son muchos quienes prefieren hacerse al lado de la familia sanguínea a la hora de un conflicto e incluso apoyan en los ataques que se hacen, justifican todos los señalamientos y ayudan a reforzar esa imagen de “suegra manipuladora”, escondiéndose bajo las faldas de la madre y olvidando que ya se tiene una responsabilidad en pareja.
“No es fácil y tampoco rápido, estamos hablando de procesos de convivencia que tienen que ser identificados por la propia persona, aceptar que existe una debilidad en la personalidad y que se tienen que delinear limites realistas… si la pareja no está dispuesta a hacerlo por sí misma, no queda otra alternativa que pedir ayuda a un tercero, de un especialista que de forma objetiva les diseñe una ruta para resolver esa situación, incluyendo obvio a la suegra o al suegro”, asegura la psicóloga Elizabeth Estrada.
Al no existir límites establecidos, la suegra tiene camino libre para tomar determinaciones que sólo le corresponderían a la pareja, para decidir lo que es mejor para su hijo (a) e incluso para sus nietos, es una auténtica puerta abierta que provocará problemas constantemente.
La realidad es que son menos los casos en los que los propios suegros respetan esa independencia de la pareja, por lo que establecer una dinámica de respeto desde el inicio será fundamental para evitar futuras rencillas; si es no ha sido posible, será necesario hacerlo de forma enérgica y justa en algún punto, si es que en realidad se tiene la determinación de llevar una vida sana en pareja.
Un aspecto fundamental para tomar en cuenta, en caso de que existan nietos, es el ejemplo de convivencia que puede brindarse en toda la familia, siempre será un aspecto negativo hablar mal de los padres o los abuelos, y aún peor, agredirlos o faltarles al respeto directamente, llegar a esos extremos supone un punto sin regreso satisfactorio.
Respeto, la mejor estrategia
Respetar implica saber que los hijos pueden ser adultos responsables y tomar determinaciones por sí solos, también significa aceptar que sus respectivas parejas tienen una forma de ser propia y que no siempre tiene que ser de total agrado para todo el mundo.
En el caso de las parejas, implica el saber que será inevitable el contacto con los padres, quienes además emitirán siempre opiniones sobre lo mejor y los peor que podría suceder en la nueva familia, el camino estará entonces en tomar con serenidad los comentarios, aceptar los valiosos y dejar en claro cuando alguna situación se encuentra fuera de los límites de la tolerancia y la racionalidad.
“Si las dos personas en la relación están dispuestas a cambiar la dinámica, creo que habrá un buen futuro, pero también existen escenarios donde lamentablemente se tienen que replantear muchas situaciones y ver si una separación sería lo más aconsejable… nuestro trabajo como especialistas es tratar de conciliar y diseñar estrategias para que cada persona pueda ver con claridad sus intereses”, asegura Estrada.
A pesar de la mala fama, los mitos y las campañas negras, no siempre debe existir una mala relación entre suegras, suegros, nueras o yernos, la clave para una salud social consiste en tener en cuenta el valor de cada individuo, procurar un trato con respeto y entender que, probablemente las actitudes negativas esconden problemas a resolver con actitudes positivas.
Respetar implica saber que los hijos pueden ser adultos responsables y tomar determinaciones por sí solos.
“No es fácil y tampoco rápido, estamos hablando de procesos de convivencia que tienen que ser identificados por la propia persona, aceptar que existe una debilidad en la personalidad y que se tienen que delinear limites realistas… si la pareja no está dispuesta a hacerlo por sí misma, no queda otra alternativa que pedir ayuda a un tercero”.
Elizabeth Estrada,
psicóloga