"¡Qué costumbre tan salvaje ésta de enterrar a los Muertos!"
Jaime Sabines
Yer en la madrugada fueron arrojados cuatro cadáveres con heridas de bala en el kilómetro 38 de la carretera libre México-Toluca. Hasta el momento no hay información sobre las razones del homicidio. Escuchaba ayer algunas de las explicaciones habituales: "Ajuste de cuentas", "Estaban en el narco", "Ellos se lo buscaron". La verdad es que no sabemos quiénes son los fallecidos, mucho menos por qué fueron asesinados. Lo que sí sabemos es que en México, José Alfredo lo decía, "la vida no vale nada".
México sufrió en 2015, según el Inegi, 20,525 homicidios dolosos, una tasa de 17 por cada 100 mil habitantes. Somos uno de los países más violentos del mundo. Es verdad que nuestra tasa de homicidios es inferior a las de países como Honduras (84.6), El Salvador (64.2) o Sudáfrica (33), pero otros países registran cifras muy inferiores. Estados Unidos tiene 3.9 homicidios por cada 100 mil habitantes, Chile 3.6, Canadá 1.7, España 0.7, Japón 0.3
Muchos factores inciden sobre el número de homicidios de un país o de una comunidad. La debilidad de las instituciones de gobierno es una de ellas. La impunidad es un factor crucial, pero también la guerra contra las drogas.
México sufrió un enorme incremento en el número de homicidios dolosos desde 2007, cuando hubo 8,867, hasta los 27,213 de 2011. No parece haber otra razón para esta explosión de violencia que el mayor esfuerzo que hicieron las autoridades en la guerra contra las drogas. Es verdad que ha habido una disminución en el número de muertes en los últimos años, pero en 2015 el Inegi todavía registraba una cifra de 20,525 homicidios dolosos. Este 2016 al parecer cerrará con aumento.
La guerra contra las drogas ha dejado un saldo de decenas de miles de muertos, pero también de desaparecidos. El número de asesinados en la lucha contra las drogas es mayor que el de muchas guerras formales en otros países.
Ha sido, además, una guerra sin posibilidad de victoria. Cuando más crecen los triunfos, más se multiplican los enemigos y se vuelven más violentos. No hay ninguna indicación de que la guerra haya servido para bajar el consumo o el tráfico de drogas, ni en México ni en Estados Unidos. Hasta ahora sólo ha servido para provocar violencia.
Los muertos mexicanos carecen a menudo de rostro. Precisamente porque se les considera víctimas de ajustes de cuentas o de pleitos entre narcos, se convierten en estadísticas. Algunos pudieran ser criminales, supongo, pero cada vez que llegamos a conocer una historia individual nos damos cuenta de que se trata de víctimas inocentes de una guerra cruel.
La principal responsabilidad del gobierno, de cualquier gobierno, es la de proteger a los gobernados de agresiones de terceros. Ésta es una responsabilidad que poco parece interesarle al gobierno mexicano, que dedica enormes cantidades de recursos a crear burocracias y muy poco a prevenir el crimen o a hacer justicia una vez que las agresiones tienen lugar.
Los cuatro cadáveres arrojados a un costado de la carretera México-Toluca son un recordatorio de la violencia en nuestro país. Si bien en México la vida no vale nada, cada una de las vidas pérdidas deja un duelo, deudos llorosos, un rastro de tristeza, un potencial truncado. Estos días en que celebramos a los muertos, recordamos sólo a unos cuantos, los demás se pierden en un ejército sin rostro. Los muertos innumerables son el testimonio de un país que ha perdido el rumbo.
La economía mexicana crece, pero todavía lentamente. Según cifras preliminares del Inegi, el Producto Interno aumentó 1 por ciento en el tercer trimestre contra el segundo trimestre y 1.9 por ciento ante el mismo período de 2015. No será realidad en este sexenio el 6 por ciento prometido.
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Sarmiento