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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

(VIGÉSIMA SEXTA PARTE)

Y al iniciar el año, nos seguimos moviendo entre los números, de modo que el día seis, resaltan las míticas figuras de los tres reyes magos que desde tierras lejanas llegan a adorar a Jesús como niño. Y ya que nuestro tema toca sobre la adolescencia, es posible preguntarse ¿si acaso estos reyes intemporales son también adolescentes, como solía suceder con frecuencia en los reinos antiguos, o sí más bien se trata de reyes adultos, mayores o ancianos? Igualmente se antoja válido preguntarles a los adolescentes mexicanos del ahora, si todavía creen en los Reyes Magos, y qué tan vigentes se mantienen tales imágenes, o sí son demasiado mágicas, y para ellos resultan más reales y factibles las figuras de Batman, Superman o Ironman, por sólo mencionar tres de ese tan numeroso y poblado Olimpo de deidades electrónicas contemporáneas que adornan las paredes y los estantes de sus cuartos como modernos y más accesibles oratorios domésticos? Culturalmente, en esta multitud de razas y sociedades que conforman nuestro México, como si se tratara de una variedad de países que se estiran a lo largo del territorio nacional, desde nuestras fronteras con Estados Unidos, hasta el límite que nos separa de Guatemala y Belice, los ritos, las costumbres e incluso las creencias religiosas varían radical y estrepitosamente de una franja a otra, de una población a la siguiente. En esa forma, no es tan sorprendente que la figura de los Reyes Magos se encuentre más arraigada y popular en el centro y el sur del país, que en esta ancha y desértica zona norte, donde la influencia estadounidense predomina y por ende, la alegoría de los Magos nunca ha sido muy popular o significativa realmente, y menos aún en esta época. Sin embargo, me parece que quizás todavía se mantiene como un lindo pasaje romántico, como casi la última mágica estación en ese famoso corredor o maratón Guadalupe-Reyes de la temporada navideña; un maratón que en cierta forma no queremos que termine, ya que aunque vacía los bolsillos, facilita a la vez la convivencia familiar y social alrededor de alimentos y bebidas. La llegada de los Reyes se disuelve y se convierte realmente en alimentos, en esa rosca simbólica cada vez más rápida y churrigueresca, que recuerda los retablos de las iglesias coloniales y que a su vez permite prolongar ese período navideño hacia lo que se convierte en una última oportunidad de un reencuentro amistoso familiar y social, que en el fondo posee un significado altamente religioso, no necesariamente perceptible para muchos. De esa manera, para el día 2 de febrero, fecha en la que alguien debe hacerse responsable de "levantar al niño nacido dentro de una rebanada de rosca" y alimentar con tamales y atole a sus invitados, se conjuntan una serie de ritos religiosos de origen prehispánico, romano, judío y cristiano, en el que lo mismo se veneran las mazorcas de maíz para el inicio de la cosecha indígena, que las procesiones de velas encendidas romanas y españolas para adorar la aparición de la Virgen de la Candelaria, así como la presentación de Jesús como niño en el templo y la purificación de la Virgen en su cuarentena después del parto. Indudablemente, se trata de experiencias y tradiciones religiosas y culturales que provienen desde un pasado más allá de los siglos y que igualmente nos ligan tanto con ataduras de orígenes indígenas como mediterráneos hasta formar parte de nuestra herencia global como seres humanos, aun cuando no estemos claros ni conscientes de sus orígenes ni de su significado. Es entonces cuando puede ser viable hacernos la pregunta como adultos sobre quienes somos, lo que conocemos y en lo que creemos, un cuestionamiento que obviamente será importante plantearlo asimismo a nuestros adolescentes. Seguramente, dependiendo del grupo al que pertenezcan y de la afiliación y educación religiosa que reciban en sus respectivos hogares, escuelas e iglesias, celebraciones como éstas, cobrarán mayor o menor sentido y significado en sus experiencias cotidianas y en general en sus vidas, como parte de lo que han recibido de nosotros los adultos para lograr integrarlo en su desarrollo y en su propio bagaje cultural (Continuará).

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