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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC).

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

(VIGÉSIMA SÉPTIMA PARTE)

No cabe duda que toda sociedad lo mismo en el pasado que en el presente, ha requerido y requiere aún de este tipo de ritos y celebraciones, de mitos y leyendas, de cantos y alabanzas dirigidos hacia cierto linaje de personajes especiales, superiores y heroicos, en imágenes específicas y perfectamente delineadas que sirvan como modelos para ser exaltados, venerados, imitados e incluso adorados, hasta convertirse entonces en objetos idealizados, ejemplos de identificación para nosotros como simples humanos, que pasan a internarse finalmente dentro de las raíces culturales de cada grupo o de cada sociedad, marcando en esa forma no sólo su historia y su pasado, sino especialmente la identidad de todo ese conglomerado humano, sea un grupo más pequeño o una nación entera. Tales creencias y celebraciones ayudan a agrupar a sus miembros indistintamente, lo mismo niños, adolescentes, adultos jóvenes o adultos mayores, individualmente, en parejas o en conjunto como familias extendiéndose en comunidades, que se enlazan, se hermanan y se integran precisamente a través de tales convivencias y comuniones, que les otorgan un sabor y un significado especial a su existencia. Puede tratarse de simples convivencias y celebraciones familiares, pero igualmente se convierten en experiencias nacionales, culturales o religiosas de objetivos aún más profundos y significativos, como estas celebraciones recientes que estamos dejando atrás y que nos percatamos que no nos pertenecen por completo como mexicanos, sino que se trata de ritos multiétnicos y multiculturales que provienen desde el ayer de los tiempos y por ende son universales, como se comentaba la semana pasada. Pareciera entonces que tales experiencias como sucede a menudo con todo ese tipo de celebraciones, pueden llegar a impactarnos de tal forma indiferenciada, que al terminar se manifiestan como un intenso shock cultural, que pareciera dejarnos confusos, atontados, desorientados y hasta paralizados, como la consecuencia de una gran borrachera (lo cual es cierto para muchos) y de la cual nos llevará tiempo despertar y reaccionar adecuadamente para regresar a nuestra normalidad cotidiana, con sus rutinas más sencillas o complejas de acuerdo al estilo de existencia de cada uno. Aunque realmente esperadas, necesarias, benéficas y hasta obligatorias, dichas celebraciones tradicionales, como todas las experiencias en la vida, también tienen sus efectos secundarios, o sus daños colaterales como se dice ahora. Así nos percatamos de la forma en que asimismo se paraliza en general todo el ritmo y la fluidez de nuestra vida ordinaria, como se desorganiza nuestra estructura cotidiana fincada en rutinas y actividades programadas, regidos nuevamente por el concepto del tiempo y de las matemáticas, conceptos que se desmoronan fácilmente y casi dejan de funcionar del todo, absorbidos y envueltos por completo por las eufóricas y resonantes notas de la celebración. Pero ello no es exclusivo para el hogar de una sola familia, sino que sus dimensiones se extienden a toda la nación, una nación que de por sí tiene enormes dificultades para organizarse, y para concebir y practicar el orden, la disciplina y la constancia; una nación que bajo el efecto de tales celebraciones se paraliza totalmente y deja de funcionar por varias semanas en todas sus diferentes áreas públicas y privadas hasta quedar confusa, desorientada y perdida como tantos de sus miembros. Desde tiempos inmemoriales, las celebraciones se han caracterizado por la intensidad y lo contradictorio de tales emociones. Es como una especie de hechizo en el que todos nos sumiéramos repentinamente para retomar una vez más la nostalgia de nuestra adolescencia, esa etapa de tintes primitivos, de impulsos básicos difíciles de controlar, que en forma despreocupada y simpática y a veces no tan simpática, permiten el desbordamiento del cuerpo, la mente y la imaginación (Continuará).

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