ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(VIGÉSIMA OCTAVA PARTE)
Con cierta frecuencia se habla del nacimiento de alguna nación: de qué tan sencillo o complejo fue su proceso de parto y cómo ha sido su posterior desarrollo. En los últimos doscientos o trescientos años, hemos sabido del nacimiento de múltiples naciones incluyendo la nuestra, en hermandad con otras varias en este continente americano, pero igualmente en cualquiera de los otros continentes, especialmente África y Asia y aún mismo en Europa; rezagos y herencia todavía de las increíbles e impositivas monarquías absolutistas de siglos pasados o de los regímenes colonialistas más contemporáneos que aún persisten. ¿Y cómo han sido sus respectivos procesos de desarrollo, qué tan tranquila y apacible su niñez y su crecimiento, o por el contrario, más bien aguerrida y violenta? ¿Y cómo precisamente podemos medir o valorar tal proceso de desarrollo en una nación, para dictaminar la etapa en que se encuentra en el presente? ¿Acaso podremos hablar también de la adolescencia, de la madurez, del equilibrio estable, de la etapa adulta de dichas naciones, o incluso medir su decadencia y su vejez, cuando sabemos que tanto los individuos como las naciones nacen, se desarrollan y en algún momento de su existencia se deterioran, decaen, mueren y desaparecen, según nos lo enseña la historia? Comprendo que es sumamente difícil o quizás hasta imposible, utilizar los criterios, las medidas y los conceptos médicos y psicológicos utilizados comúnmente para medir, delimitar y etiquetar las diferentes etapas del proceso del desarrollo físico y emocional en los individuos, aplicados por completo a la medición de un proceso semejante del desarrollo en una nación o una sociedad; un proceso infinitamente más complejo y extenso. Aunque muy ambicioso y quizás demasiado idealista, pero se trataría de un proyecto sumamente atractivo y fascinante, inclusive cuando más específicamente se enfocara en México como nación. Directa o indirectamente, a través de los años y en diferentes períodos de nuestra historia, en forma más concreta o más abstracta, más neutral o más apasionada, más profunda o más superficial, más literaria o más científica, varios escritores, psicólogos, psicoanalistas, antropólogos, sociólogos e investigadores en general se han atrevido a jugar con tales ideas y las han publicado. Personajes de la talla de Erich Fromm, Erik Erikson, Octavio Paz, Santiago Ramírez, Rogelio Díaz-Guerrero, Roger Bartra, Oscar Lewis y tantos otros, lo han intentado. ¿Y si haciendo eco de sus reflexiones, nos atreviéramos a cuestionar abiertamente en qué etapa del desarrollo nos encontramos ahora como nación desde aquel nuestro parto doloroso y no tan lejano, cuando nos desprendimos del amplio y fatigado útero de la Madre Patria? ¿Acaso hemos logrado cortar ya el cordón umbilical físico y emocional: o nos encontramos todavía en el destete, saliendo del pañal, aprendiendo a caminar y a movernos, a hablar y expresarnos verbalmente, a separarnos del hogar para asistir a la escuela, aprendiendo a aprender, a competir, a compartir, a integrarnos en grupos para utilizar y valorar nuestras habilidades o reconocer los defectos y limitaciones? ¿Formamos ya una sociedad independiente, que ha logrado separarse del hogar paterno y de las ligaduras maternas, o enfrentamos aún los múltiples y controversiales cambios, con las peripecias, las inquietudes traviesas y las incertidumbres de la pubertad y de la adolescencia, paralizados aún en ese complejo y conflictivo trance de independizarse y obtener las metas individuales que otorgan mayor seguridad y confianza en sí mismos, en ese recorrido para convertirse en adulto? Ante tales cuestionamientos sobre el estado de nuestro desarrollo como nación, me parece sumamente interesante que preciso en estos arduos inicios de año mexicano, la Madre Patria nos señala una vez más y nos regala una sobria y muy sabia lección de moral, de legalidad y de justicia, valores que al parecer una nación púber y adolescente como México, no ha sido capaz de integrar todavía como parte de su madurez en su estructura social y psicológica, ni tampoco desgraciadamente en la alta cúpula de sus líderes y gobernantes (continuará).