ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(TRIGÉSIMA PRIMERA PARTE)
Pudiera sonar exagerado, ilógico o irreal, pero sabemos y podemos afirmar con certeza que efectivamente para los adolescentes de nuestros días y de siempre, el cuerpo viene a ser definitivamente "la medida de todas las cosas". Conforme se llevan a cabo más aceleradamente en algunos y con un ritmo más pausado en otros, los cambios físicos que se suceden en toda la extensión de un cuerpo humano, centímetro a centímetro, éste se convierte en el foco de atención y de la curiosidad de chicos y chicas, conforme van descubriendo sus superficies y medidas, sus ángulos y curvaturas, sus pliegues y sus planos, los rincones más escondidos a la vez que los volúmenes más atrevidos e incluso más provocativos, que de una u otra forma son comparados subrepticia o abiertamente con sus pares, en la medida de lo que es posible, ya sea consciente o inconscientemente, como una forma de explorarse y reconocerse a sí mismos, de valorarse, confirmarse y autodefinirse en ese proceso tan necesario, activo y vital que viene a ser la búsqueda no sólo de la autoimagen corporal y de la autoestima, sino principalmente la búsqueda de la identidad y del reconocimiento de sí mismo. Se trata de un proceso que se ha iniciado desde la infancia naturalmente, pero que se asienta en bases tan fundamentales durante la adolescencia y a través del pasaje de esta etapa hacia la adultez, en este período en el que ocurren específicamente cambios físicos tan radicales y vitales para la existencia. Por lo mismo, qué tan satisfactorios o tan decepcionantes resulten dichos cambios en cada individuo, traerá como consecuencia una serie de reacciones psicológicas y emocionales que acontecen en una etapa en la que se es más vulnerable, ya que la sensibilidad tiende a ser más fina y vibra expuesta a flor de piel, por lo que fácilmente puede ser lastimada y atropellada con detalles que en otras etapas de la vida, o bajo una perspectiva más fría de los adultos podrían catalogarse como detalles nimios, sin importancia, pero que bajo la sutil y milimétrica perspectiva de un adolescente, resultan magnificados a la milésima potencia y dotados de un potencial demoledor. Así, el cuerpo en general, desde los puntos más altos en la raíz de los cabellos en el cráneo, y en descenso minucioso hasta la punta de los dedos de los pies, recorridos todos y cada uno de esos planos físicos perteneciente a una geografía tan extensa y delicada como es la del cuerpo de un adolescente, examinando lo mismo la cabeza que la cara, el cuello, el tórax, el abdomen y las caderas, los miembros superiores al igual que los inferiores y quizás más discretamente para unos, o más abiertamente para otros sus respectivos órganos genitales, de acuerdo a los principios pudorosos y morales de unos o al atrevimiento, la naturalidad y la curiosidad de otros, cada adolescente puede dedicarse a examinar, observar, estudiar y reconocer sus respectivas características físicas. Ahí comienza definitivamente la aventura de la vida, el inicio de los tiempos, la exploración de sí mismo, de su cuerpo como ese espacio vital, como esa habitación en la que ha nacido y en la que permanecerá a lo largo de su existencia hasta el final de sus días. Es fundamental entonces la exploración de su cuerpo desde temprano para aprender a conocerlo, a observarlo, a estudiar y definir sus funciones, sus capacidades, sus defectos y sus limitaciones para saber darle un orden, para aprender a cuidarlo, a protegerlo, a disciplinarlo, a valorarlo y amarlo en una palabra conforme cambia y evoluciona a través de los años, como un principio básico de lo que debería ser nuestra educación orientada hacia el bienestar y el equilibrio, es decir, hacia nuestra salud física y hacia nuestra salud mental (Continuará).
