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Nuestra salud mental

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

(TRIGÉSIMA CUARTA PARTE)

Las diversas teorías psicológicas y psicoanalíticas que han estudiado el proceso del desarrollo emocional del ser humano, como es el caso de la teoría de Erikson mencionada la semana pasada, han promovido a su vez el concepto de la adolescencia, como ese período de la vida que pareciera servir de puente para enlazar la infancia que se va dejando atrás, con la adultez como un nuevo espacio de la existencia que se abre hacia el futuro para chicos y chicas, como un espacio prometedor, esperanzador que ilusiona y entusiasma, a la vez que aparece atemorizador e incierto y que provoca miedos y ansiedad de muy diversa naturaleza. Supuestamente, la infancia le ha permitido a cada individuo la oportunidad de empezar a conocerse a sí mismo de una manera muy básica, al descubrir y desarrollar sus habilidades físicas, motoras, intelectuales, psicológicas, sociales y hasta espirituales en los diferentes escenarios en los que se ha movido durante esos años, como pueden ser la familia, la escuela, su barrio o colonia y el ambiente o la diversidad de ambientes culturales en general en los que ha residido y se ha involucrado. Obviamente, tales experiencias permiten que se vayan constituyendo los cimientos de su personalidad y de su identidad, que precisamente le van a otorgar las bases para la formación de su autoestima, de su seguridad y de su autoconcepto como individuo hasta alcanzar cierto grado de estabilidad hacia el final de su infancia, lo que idealmente le permite prepararse para la llegada repentina o paulatina de esos cambios físicos que representan la pubertad y que se han comentado ampliamente en semanas anteriores. En cierta forma, se podría decir que tales cambios físicos que suelen ser bastante radicales, rompen u desorganizan en cierta forma el equilibrio que cada niña o niño habían alcanzado anteriormente, y se presentan como un nuevo reto a superar, como una nueva etapa de la vida a la que ahora llamamos adolescencia, convertida en una construcción sociocultural desde principios del Siglo XX, especialmente en el mundo occidental. Con esa tendencia y curiosidad científica característica, Erikson a la par que otros muchos psicólogos, psicoanalistas y estudiosos del desarrollo humano, han seguido de cerca este proceso para intentar identificar y conocer sus características más ampliamente, hasta clasificarlo y dividirlo en etapas de acuerdo a sus diferentes criterios, de modo que les permita obtener una mayor claridad y comprensión del mismo. Es muy interesante reconocer en nuestra época, la gran afición que inclusive podría llegar a etiquetarse como adicción que los adolescentes, especialmente masculinos han desarrollado hacia el uso de los videojuegos, muchos de los cuales precisamente consisten no sólo en la proyección de la agresividad y la destructividad a través de peleas de índole más o menos sangrienta, sino también en el ejercicio de sus habilidades de concentración, inteligencia, rapidez de respuesta y de su coordinación visomotriz, que le permitan obtener puntos, estímulos y recompensas para proseguir e ir avanzando hasta niveles cada vez más altos y complejos. Quizás en cierta forma, aunque suene un tanto irreverente, podríamos equiparar los retos característicos de tales videojuegos, a los retos, objetivos y recompensas que autores como Erikson han señalado como necesarios para obtener y superar en cada una de estas etapas del ciclo del desarrollo humano, de acuerdo con sus lineamientos teóricos. La idea no es del todo contemporánea, y hasta podríamos considerarla como un eco o un reciclaje de las mitologías más arcaicas que conocemos; así podríamos hablar de héroes como Gilgamesh en las leyendas sumerias, o de Heracles o Hércules entre los griegos y romanos, como algunos ejemplos de héroes legendarios que bajo determinadas condiciones, debieron llevar a cabo una serie de misiones extraordinarias para confirmarse a sí mismos como tales, quizás muy parecido en cierta forma a tipo de retos y hazañas que los adolescentes de nuestra época deben enfrentar y superar para también confirmarse a sí mismos, tanto en el ambiente fantasioso de los videojuegos, como en la práctica misma de la vida real, para seguir así desarrollando su personalidad y su identidad, tareas nada fáciles de lograr (Continuará).

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