ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(TRIGÉSIMA QUINTA PARTE)
La construcción de la identidad entonces, es definitivamente uno de los retos inherentes y más importantes que se deben llevar a cabo durante esta etapa de la adolescencia, a pesar de que las bases de dicha identidad se empiezan a fincar desde el embarazo, desde las expectativas maternas, paternas y familiares, desde la formación del embrión dentro del útero, cuando se delimita y establece su género como masculino o femenino, división que después de su nacimiento y a lo largo de la infancia, se irá estableciendo cada vez más firmemente como lo que llamamos la identidad de género, que es la certeza que tiene cada niño de ser niño, o cada niña de ser niña. La influencia del ambiente sociocultural al que pertenece y que forma parte de su mundo en esa etapa, influirá naturalmente a través de diversos tipos de experiencias que seguirán moldeando, construyendo y delimitando los perfiles de dicha identidad en formación; experiencias y relaciones que se dan dentro de la familia, ya sea nuclear y extensa, con los padres, los hermanos, los abuelos y demás familiares; en el territorio escolar con los compañeros y los maestros o en el ambiente externo en general, en ese mundo extenso al que cada vez tiene mayor acceso, sea en la realidad o virtualmente en nuestra época como parte de esa profusa tecnología que nos rodea. Aunque es verdad que las bases de dicha identidad y por ende de la personalidad son fundamentales y se empiezan a localizar en estos tan tempranos períodos de la vida, es durante la adolescencia, cuando tanto el naciente muchacho o la muchacha, al igual que esos héroes mitológicos mencionados anteriormente, deben enfrentar como un reto aún más poderosos y directo, la reconfirmación de su identidad así como los pasos necesarios para continuar con el desarrollo de la misma y paralelamente de los rasgos de su personalidad. Por lo mismo, el concepto de identidad, no sólo representa eso que llamamos identidad de género, que es fundamental naturalmente y que viene a ser la reconfirmación de lo que representa su sentido de masculinidad para los chicos o de feminidad para las chicas, pero que también se extiende dentro de un concepto aún más complejo e importante de lo que significa el ser: "yo mismo". como un intento de responder a ese insistente cuestionamiento universal de "¿Quién soy", un cuestionamiento que resuena en forma consciente o inconsciente en nosotros como seres humanos, a pesar de que en nuestra época se encuentre adormecido y aletargado en tantos miembros de las nuevas generaciones. Así pues, desde las teorías psicológicas y psicoanalíticas del desarrollo, la adolescencia se ha delimitado como una etapa de descubrimiento, exploración, reconocimiento y redefinición de las características, los rasgos, las experiencias, las habilidades, las cualidades, las deformaciones, los defectos, los déficits que se han ido desarrollando desde la infancia en cada chico y cada chica, pero a los que se suman una nueva constelación de atributos y peculiaridades que contribuyen a definir precisamente la personalidad específica de cada uno de ellos. A pesar de que durante este período, tanto la identidad como la personalidad de cada uno empieza a definirse cada vez más claramente, como una especie de preparación para funcionar más adecuadamente como adulto, la realidad es que tanto la identidad, como la personalidad jamás dejan de ser conceptos dinámicos y en efervescencia, ya que se trata de aspectos que a pesar de poseer bases firmes asentadas en estas etapas más tempranas, son siempre susceptibles a los cambios, de acuerdo al inevitable paso de los años, así como a la influencia y bombardeo de tantas y tan variada experiencias a las que se encuentra expuesto cada individuo a lo largo del proceso de su existencia hasta el final (Continuará).
