CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(TRIGÉSIMA SÉPTIMA PARTE)
Sin embargo, descubrir, conocer, explorar, organizar, cuidar y proteger nuestro cuerpo como la única y verdadera vivienda que poseemos, no es la sola tarea que deben enfrentar los adolescentes de hoy y de siempre. La segunda parte de semejante reto, radica en el hecho de descubrir asimismo el funcionamiento de dicho cuerpo para aprender a utilizarlo precisamente, no sólo como una vivienda, sino también como un vehículo fantástico que le permitirá deambular, navegar, interactuar y movilizarse en el ambiente que reside, conforme sea capaz de descubrir, explorar, reconocer y reafirmar sus capacidades, habilidades, así como su potencial de fuerza y de energía, al mismo tiempo que logre reconocer y aceptar los déficits y las limitaciones que vienen como parte del paquete.
Aunque podemos considerar al cuerpo humano como esa maquinaria formidable, maravillosa e increíble que se nos ha dado, sabemos también que no necesariamente puede ser perfecta, y que dependiendo de una serie de factores genéticos, químicos, fisiológicos, endocrinológicos y ambientales, ya sean peri o postnatales, se pueden encontrar defectos congénitos y anomalías físicas y emocionales que distorsionan o limitan su funcionamiento temporal o permanentemente, y que obviamente deberán ser también descubiertos, explorados, reconocidos y aceptados como elementos específicos de tal vivienda. Se trata de algo que cada individuo deberá aprender a tomar en cuenta desde sus primeros años de vida en lo que respecta a su nivel de energía, y a la forma como influye en cuanto a sus actividades, sus conductas y su funcionamiento físico y psicológico en general, tanto en la relación consigo mismo, como con los demás.
Percibido de esa manera y bajo tal perspectiva entonces, debemos concluir que el cuerpo humano es nuestra vivienda, muy particular, única, específica y obviamente personal para cada uno, pero que a la vez representa ese vehículo particular gracias al cual somos capaces de trasladarnos y viajar diariamente e ilimitadamente en todas aquellas múltiples direcciones a las que necesitamos o deseamos desplazarnos. En esa forma, nuestro vehículo nos sirve igualmente para estudiar, trabajar, hacer deportes o actividades físicas, para huir o para pelear, para descansar o para divertirnos y disfrutar, para buscar pareja, compañía y amistades, sea para relacionarnos de forma amigable, seductora, manipulativa, agresiva o desconfiadamente con los demás de acuerdo a nuestra variedad de estados de ánimo que presentemos, según nuestros rasgos de temperamento o personalidad, al igual que dependiendo de las circunstancias que nos rodeen, ya sea para echar a andar nuestros sueños, ilusiones y proyectos, para buscar la compañía o la intimidad con otro ser humano, para practicar nuestra sexualidad o para llevar a cabo esa infinidad de tareas y actividades que constituyen los núcleos de nuestra cotidianeidad, como parte precisamente de eso que consideramos nuestra identidad floreciente. En esa forma, nos permitimos seguir modelando, construyendo y conformando las diferentes estructuras vitales de nuestra identidad y de nuestra personalidad.
Así pues, el cuerpo humano no representa exclusivamente una vivienda fija, inmóvil e inalterable, sino todo lo contrario, cuando lo descubrimos como un vehículo sumamente ágil, potente, flexible, elástico y motorizado, con el cual podemos recorrer y examinar el mundo a nuestro antojo, siempre y cuando estemos preparados para conocerlo y cuidarlo, al apreciar y aceptar sus virtudes y capacidades, así como sus defectos y limitaciones. Cada adolescente entonces debe llevar a cabo esta importantísima tarea como la base vital de su desarrollo físico y psicológico (Continuará).