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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

CUADRAGÉSIMA QUINTA PARTE

WOW¡: extasiados y dominados por las redes sociales y los medios de comunicación masiva, las generaciones actuales de madres y padres se han preocupado excesivamente por dotar a sus hijos desde que nacen de los juguetes, enseres y utensilios más costosos, más anunciados y de mayor venta en el mercado, de acuerdo a sus marcas exclusivas y extravagantes y gracias a las fantásticas y excelentes campañas de mercadotecnia que precisamente los ponen en competencia y rivalidad hasta luchar intensamente para ser los primeros en obtenerlos y presumirlos, demostrando así una posición económica que les permite a su vez sobresalir y derrotar a los vecinos, utilizando a los hijos como escaparate, en un mundo que se torna cada vez más altamente competitivo, consumista y de exhibición, en el que se cree garantizar de esa manera el desarrollo saludable y la felicidad eterna de los chicos. Bajo esa premisa tan contemporánea, imperceptiblemente se han llevado a cabo cambios en el estilo y manejo de las relaciones familiares, especialmente entre padres e hijos, en las que se tiende a intercambiar y negociar cierto tipo de valores tradicionales intrínsecos afectivos, disciplinarios, comunitarios, educativos y hasta espirituales por medio de productos comerciales, sobre todo aquellos de tecnología altamente vanguardista, coloridos, populares y costosos, pero que en ocasiones quizás aparentan ser más fácilmente accesibles, ya sea con la tarjeta, a través del internet y hasta con la ventaja de plazos fijos y meses sin intereses. Es así entonces, que cada día y con mayor facilidad, nos convencemos y asumimos que el lazo fundamental de cariño, de respeto, de compañerismo, de colaboración y de lealtad entre padres e hijos se dará mejor y prosperará a través de un buen celular (de esos que hasta los niños de kínder manejan ahora), de un videojuego "chido", de muñecas que hablen y giman, de héroes con superpoderes, de ropa con etiquetas de marca, de fiestas de cumpleaños cada vez más sorprendentes y extravagantes, casi al estilo de un show de Las Vegas, o cualquier otro tipo de esos millones de productos maravillosos y pretensiosos anunciados comercialmente que la mercadotecnia nos ordena consumir, para que en esa forma la niña o el niño aprendan a lucirse y estar a la moda en el escaparate social, a la vez que se exhiben como dignos representantes de sus padres y de sus madres. Y la cadena consumista de competencia, rivalidad y exhibición se extiende familiarmente a través del ciclo vital, de modo que un esquema semejante es aplicable también en las relaciones de padres y madres con sus hijos adolescentes, con quienes igualmente se tienden a negociar los sentimientos, las ideas, las conversaciones, las conductas y las actuaciones a través de productos de consumo como la ropa de marca aún más importante en esa etapa de la vida, los videojuegos más imaginativos e ingeniosos, las celebraciones quinceañeras y de graduaciones ostentosas (aunque aprendemos ahora que las graduaciones se celebran pomposamente desde los niveles prescolares). Pero esta cadena se extiende aún más lejos, con productos todavía más costosos, relucientes y de mayor riesgo como pueden ser las tarjetas de crédito abiertas, las motocicletas, los autos del año o deportivos, y tantos otros de esos miles de productos que se exhiben y se encuentran a la venta cíclicamente, útiles o inútiles, necesarios o superficiales, pero que la mercadotecnia dictatorialmente los convierte en moda obligatoria para que se exhiba la familia, los padres, las madres y los hijos, aún sí en cierta forma nos deshumanizan paralelamente. WOW¡, es sin duda la palabra clave que hemos importado junto con todos estos accesorios que tienden a caracterizar muchos de los modelos que se dan en este Siglo XXI en las relaciones entre padres e hijos o en las relaciones familiares en general. Y WOW¡, es imposible dejar de repetirlo (Continuará).

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