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NUESTRA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

QUINCUAGÉSIMA NOVENA PARTE

La historia de la humanidad nos ayuda a reconocer claramente, la fantástica y potente energía que emana del ser humano y que puede dividirse en dos corrientes básicas: por un lado la forma como esa energía puede ser liberada asertivamente, en forma creativa, imaginativa y sumamente productiva, como nos lo demuestra su evolución a través de los siglos y todo ese maravilloso legado que se nos ha heredado hasta nuestros días, en áreas tan vastas como puede la ingeniería, arquitectura, filosofía, literatura, ciencias, medicina, artes, política, religión y tantas otras manifestaciones humanas, que testifican esa corriente de energía que nos ha mantenido vivos y en desarrollo hasta el presente. Por otro lado, la contraparte de esta canalización de energía, tiene que ver con la capacidad agresiva, guerrera, abusiva, aterradora, criminal y destructiva que también puede surgir de los seres humanos, y que igualmente se ha manifestado a través de la historia, en la destrucción de ciudades enteras hasta sus mínimos cimientos, en la desolación de amplios territorios de diferentes países o poblaciones, que fueron invadidos abusiva y arbitrariamente por la fuerza de quienes se han sentido más poderosos y lo han llegado a justificar llanamente sin lógica alguna, impunemente, o a través de las miles de guerras escenificadas en tantas y variadas latitudes del planeta y en épocas tan distintas, justificadas igualmente por motivos religiosos, económicos, territoriales o simplemente ambiciosos y egoístas, como se siguen dando cotidianamente en pleno Siglo XXI. Así pues, el ser humano ha mantenido hasta el día de hoy esa increíble energía de dos filos, que lo mismo nos mueve hacia adelante creativamente, que nos hace retroceder a niveles primates en esa otra perspectiva destructiva, que igualmente forma parte de nuestro arsenal genético y humano. Por ello, no es entonces de extrañarnos que exista ese fenómeno del bullying cotidiano que se da en los niveles adolescentes o incluso infantiles, lo mismo en las familias, en los barrios o de plano en las instituciones educativas como ya se ha mencionado, y en la sociedad en general. Se trata de esa energía que hemos heredado y que forma una parte fundamental de nuestro propio ser; que lo mismo nos puede convertir en agresores altaneros, prepotentes, abusivos, violentos y destructores, o en creadores progresistas, imaginativos, productivos e impulsores del desarrollo. Los adolescentes lo detectan y lo aprenden diariamente de los modelos adultos cotidianos reales en el hogar, la familia, la escuela o el medio en el que viven, o de aquellos modelos virtuales que aparecen en las noticias, sea a través de la tele, de los videojuegos, del Internet, del Face o de los múltiples canales de comunicación y socialización que se encuentran tan accesiblemente. Hay que recordar que los adultos también ejercemos ambas posibilidades de desahogar nuestra energía y que lo practicamos diariamente en nuestra existencia, al igual que sucede en tantas otras sociedades. En estos últimos años de vida en nuestro país, hemos constatado la presencia de esa nube de energía negativa y funesta esparcida en todo el territorio ante la presencia de bullies adultos y hasta profesionales, delincuentes y agresores legalizados o ilegales, no sólo en áreas tan difundidas como el narcotráfico, o el crimen organizado, sino mismo dentro de la política y en lo que habíamos aprendido a creer cándidamente que se trataba de áreas al servicio público y de la comunidad. Por lo mismo, no nos podemos asombrar de que tal fenómeno se haya difundido entre los adolescentes, cuando los adultos estamos fabricando y desarrollando modelos semejantes para identificarse en nuestra sociedad, en la que tampoco existe la disciplina, el orden, la justicia o los límites para frenar y contrarrestar este fenómeno, que además se sigue desarrollando impunemente (continuará).

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