Todo comienza con una señal esculpida en el tronco de un árbol, con unas iniciales entrelazadas, con un corazón flechado, que apuntando se tiende hacia el futuro que, se antoja en ese momento, infinito.
Invocación de permanencia que es un rito no sólo conocido, sino practicado por todos, porque nos sumamos a la afirmación de G.K. Chesterton, "la humanidad, antes de ser cristiana, fue humana, es decir, pagana".
Y ese es el origen que el escritor encuentra para deshacer la tramposa contraposición de matrimonio y divorcio, tan popular en los días que escribió "La superstición del divorcio", editado por la Secretaría de Cultura, en la Colección Cien del Mundo.
La polémica que plantea este ensayo avanza muy al estilo socrático a partir de una analogía, confiesa Chesterton que no encuentra nada tan bello como una ventana: "todas las aberturas tienen algo de mágicas, tocan de muy cerca el misterio y la paradoja de la limitación y de la libertad", si se dejara llevar por esta fascinación, o inclinación accede que acabaría por eliminar todas las paredes.
Esto le llevaría a preguntarse si no ha querido tener una ventana y no la edificación completa que sirve de sostén y marco. Igual ocurre, con quienes ven en el divorcio una ventana de liberación doméstica, que se asemejaría a ir en plan de "todo ventanas y ninguna pared". Pero se necesita pared.
Es irracional anhelar el divorcio y detestar el matrimonio, empezando porque, divorciarse es descasarse. En la edad de la practicidad la tendencia es destruir todo lo que se interponga, sin que haya un detenerse a pensar si lo que se percibe como obstáculo no es en realidad un pilar, un cimiento. Pero falta crítica, que no tenga por finalidad destruir sin antes detenerse a conocer para qué sirve aquello que destruye. Si el divorcio es superstición se debe a que sus partidarios lo han situado en este terreno. Y lo han hecho en el momento en que han contraído matrimonio a través de un rito religioso. Es superstición porque para deshacer un lazo adquirido simbólicamente, amparado en el principio de inquebrantabilidad, se busca una falsa solución a través de otro rito misterioso, el de un tribunal.
¿Qué es lo que se juega con el divorcio?, G.K. Chesterton pasa de todo argumento moral para defender su posición desde lo histórico, social y económico. Es el destino, la existencia futura de la institución que se funda de manera voluntaria, la institución que nace de una espontánea atracción y la única capaz de poner un freno al Estado: la familia.