En su película Joven y Bella (Jeune et Jolie), el realizador francés Francoise Ozon, dibuja con unos cuantos trazos el carácter de una adolescente cuyo encuentro con la sexualidad se da de manera extraordinaria.
Jeune et Jolie (2013) es una sacudida a la visión conservadora del erotismo en los jóvenes.
Isabelle es una joven menor de edad proveniente de una familia burguesa. Vive con su padre y su hermano menor (quien hace las veces de confidente) y su padrastro. A lo largo de la cinta incluso después del momento que puede llamarse clímax, nos queda claro que no hay circunstancias trágicas o desfavorables que justifiquen un desequilibrio.
La posición de la familia es acomodada, el padre vive en Italia y la relación con el padrastro es perfecta. Agréguese a lo anterior que la madre lejos de ejercer la clásica presión histérica sobre su hija, se muestra comprensiva y relajada, mientras todas sus actitudes "sean lo normal" en un adolescente.
El viraje que hace de Isabelle una prostituta nunca termina de justificarse y, el hecho que la hace llegar ahí es un dato que se nos guarda hasta ya muy avanzada la película. Lo primero quizá porque es un acto que no requiere justificación; lo segundo quizá porque contribuye a la complejidad del retrato de la joven.
Isabelle, que se nos muestra citándose con hombres mayores para comerciar con su sexo, ha tenido un primer encuentro, su "primera vez", con un joven alemán llamado Félix. Desde ese momento, Ozon esboza la relación de Isabelle con el sexo, pues carece de estímulos ante el joven que, sin embargo, le atrae.
Isabelle, que obviamente lleva una doble vida, estudia literatura en La Sorbona. Este contraste se presenta de manera muy estética, pues aparece junto a sus compañeros recitando fragmentos de un poema de Arthur Rimbaud, el gran poeta que para los veinte años era ya histórico y se ha vuelto, al paso del tiempo y por excelencia, el gurú-estandarte de todo "niño terrible" que quiere devorarse el mundo. En esa misma clase analizan lo leído y todas las premisas apuntan hacia el rompimiento y la rebeldía, y a los 17 años (edad de Isabelle) para cometer esas aventuras.
Sería bastante gratuito encontrar en esto una influencia que explique el comportamiento de Isabelle, quien cuando se le pregunta por qué lo hace, sólo expresa que por dinero. Ese poema simplemente sirve de espejo a la trama, pero también agrega un matiz de belleza muy común en el cine francés: la literatura, el arte.
Uno de los alumnos rescata un neologismo de Rimbaud: "robinsonear", es decir: buscar aventuras. Eso es precisamente lo que satisface a Isabelle, y no el sexo con muchachos de su edad, ni con hombres maduros. En este sentido, la prostitución es un factor de emoción latente, pues como ella misma lo afirma, "no sentía nada", sólo después de acostarse con ellos quedaba el recuerdo excitante en su mente.
La doble vida de Isabelle se acaba cuando, un hombre que la busca asiduamente y con ternura, durante el acto sexual, fallece. Aunque al principio parece bien librada de la situación, la policía da con ella y la noticia trastorna a su madre. Ésta, con la intención de ayudarla, la lleva con un psicólogo y, gracias a estas charlas, el espectador se adentra un poco más en la personalidad de la joven. En esta última parte, a través de Isabelle, el director Ozon muestra la hipocresía de la sociedad que condena su actuación, empezando por su madre, a quien sorprende con un hombre que no es su padrastro.
⇒ Una sacudida a la visión conservadora del erotismo.