El coreano Park ChanWook presentó en la competición de Cannes “Mademoiselle”, un drama de época, impecable en la forma y visualmente brillante, con unos estupendos actores y un clasicismo que no gustó a todos.
Drama, amor, venganza y humor surrealista se mezclan en esta película inspirada en la literatura, como es habitual en el realizador coreano, porque es su forma de “salir de la sociedad reducida en la que vive”.
Una historia narrada desde dos puntos de vista diferentes, el de una rica heredera, Hideko (interpretada por Kim Min-Hee) y el de una criada que entra a su servicio, Sookie (Kim Tae-Ri), con el objetivo de empujarla a casarse con un falso conde (Ha Jung-Woo) que quiere ingresarla en un psiquiátrico y quedarse con su dinero.
Con el fondo de los aires de modernidad que entraban en esa época en Corea, Park cuenta una historia de traiciones, de sometimiento, de poder y, sobre todo, de amor entre dos mujeres, rodada con una enorme delicadeza, incluso en sus momentos más grotescos.
El trabajo del director de fotografía (Chung Chung-Hoon), el maravilloso diseño de vestuario de Cho Sang-Kyung y la preciosa música de Cho Young-Wuk contribuyen a la perfección al objetivo del realizador de mostrar “cómo durante la formación de Corea se introdujo la modernidad y cómo esa modernidad influyó a los coreanos”.