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Nuevas formas de ciudadanía

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Algunos investigadores sociales que estudian el desarrollo de grandes metrópolis urbanas han observado que en ellas ocurren cambios importantes que están redefiniendo la vida citadina; dichas transformaciones se presentan particularmente en el contexto actual de globalización económica y de implantación del neoliberalismo no sólo como ideología dominante en las élites, sino también en la propia economía, la conformación del Estado y las políticas públicas que se promueven en los países donde sucede.

Tal situación ha sido denotada en mega ciudades o megalópolis, destacando en América Latina la Ciudad de México, Sao Paulo (Brasil), Santiago (Chile), Lima (Perú) y Bogotá (Colombia), las cuales se han convertido no solo en importantes centros políticos de sus respectivos países, sino lugares donde la renta urbana es significativa por la valoración inmobiliaria, las actividades industriales y de servicios, en estos últimos particularmente los financieros, además de su densidad demográfica.

Después de casi tres décadas de neoliberalismo se ha reducido la intervención estatal sobre todo a nivel federal, se han multiplicado actividades económicas y diversificado culturalmente su población, a la par han emergido diferentes grupos u organismos sociales que se involucran en asuntos públicos otrora ocupados por instituciones gubernamentales ante la ausencia de estos o por su ineficacia, creando un déficit de gestión que motiva la participación ciudadana.

El modelo económico y las políticas neoliberales han contribuido a crear sociedades duales, segmentadas en asentamientos urbanos diferenciados entre zonas urbanísticas con alto valor inmobiliario y servicios públicos satisfactorios, y otras deprimidas en condiciones de precariedad social. En medio de esta fractura social surge y se desvanece una clase media que navega oscilantemente entre cada crisis económica, pero que a diferencia de las élites que no cambian mucho salvo en mejorar sus fortunas y defender las políticas neoliberales y las poblaciones marginadas atrapadas en la lucha por la subsistencia dependiente del asistencialismo oficial, cada oscilación le sacude su forma de vida a la vez de obligarle a involucrarse en los asuntos públicos.

Si bien en las megalópolis la vida se vuelve más fragmentada e impersonal, crece la diversidad social, cultural y política, no solo aparecen nuevos actores sociales antes opacados, ocultos o escasamente notorios por el tamaño que tienen, la discriminación que sufren o simplemente porque no se expresan abiertamente en sus familias, barrios, escuelas, iglesias, organizaciones gremiales, en las empresas y corporaciones privadas o en las propias instituciones públicas.

Esta diversidad de actores sociales también empieza a exigir su derecho a la ciudad, elabora y presenta sus propias demandas ciudadanas, no solo a la vivienda, servicios públicos, salarios u otra de aquellas que tradicionalmente se observaban y motivaban su movilización para ser escuchados desde las esferas oficiales, y que gran parte de ellos terminaron cooptados en las estructuras y organismos corporativos del Estado; aparecen lo que los sociólogos denominamos como nuevas formas de ciudadanía que también se expresan y luchan por ocupar un lugar en el espacio público.

Es así como surgen personas, grupos u organizaciones civiles que reclaman el derecho a la seguridad ante la agudización de la violencia, la protección de sus derechos humanos y civiles amenazada por grupos delictivos y algunos cuerpos de seguridad del Estado, el respeto a sus preferencias sexuales, a la libertad de decidir sobre estas y su forma de vida acotadas en gran parte por la religión y las instituciones de este tipo, la protección y conservación del ambiente que las actividades económicas devastan y las instituciones públicas no pueden regular, la transparencia en el uso de recursos públicos por la corrupción e impunidad que corroe a la elites políticas que abusan de sus funciones, de mejorar los servicios públicos asociados a la vivienda y la movilidad urbana, entre otras.

Estas nuevas formas de ciudadanía están cambiando la forma de hacer política en las sociedades de estas urbes, determinando los resultados electorales en los procesos políticos para acceder a los cargos públicos, y donde el juego de poder ya no se limita a las relaciones políticas tradicionales de acuerdos cupulares con los líderes de sindicatos patronales y obreros, con los organismos precaristas, de barrios o colonias que han conformado el llamado voto duro que les garantizaba el triunfo, amañado o no, ganaban.

En esencia, las nuevas formas de ciudadanía que están emergiendo y ocupando el espacio público reclaman su derecho a la ciudad y buscan mejorar su calidad de vida, para ello se asocian en el ámbito de la sociedad civil para redefinir las relaciones entre esta y la sociedad política, las formas y mecanismos de negociación que abran espacios de participación ciudadana e incidir en las políticas públicas, en crear nuevas formas de gobernanza que democraticen la vida pública y privada.

Buscan que la política pública sea una política ciudadana que responda prioritariamente al interés de la mayoría y no de minorías; son las formas modernas de hacer política e inexorablemente continuarán permeando la cultura de los ciudadanos que poco a poco enterrarán las viejas prácticas del viejo régimen que se resiste a cambiar.

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