Confundido el respeto por la investidura con el apego a los símbolos del viejo y caduco presidencialismo a la mexicana, casi todos nuestros mandatarios han sido incapaces de burlarse de sí mismos y hacer apología del humor social.
Derrotado el PRI hacia 2000, Vicente Fox relajó el protocolo al extremo de convertirse en una caricatura. El guanajuatense que llegó con un bono democrático sin parangón, extravió las formas y la transición quedó archivada entre tantos asuntos que dejamos en el tintero. Fox no supo, o no pudo, encontrar la medianía en su modelo de comunicación.
Felipe Calderón, preso del discurso de guerra contra el narco, hizo de su intimidad una cárcel y se encerró seis años, no salió y casi no abordó otros temas de la agenda nacional. La violencia hizo florecer una psicosis nunca antes vista entre una población nerviosa, angustiada, que veía cómo la tranquilidad y la paz de otros ayeres se extraviaba a mares.
De Enrique Peña Nieto prefiero no ahondar gran cosa. Como apuntó el periodista Jorge Ramos en una espléndida colaboración que detalla la personalidad de un hombre que desde el incidente en la Ibero en tiempos de campaña, no ha abandonado su escondite: ”Muchos mexicanos no supieron interpretar antes de las elecciones lo que había ocurrido en ese baño. Pero estaban frente a un político que, en lugar de enfrentar los problemas, se escondía. Y así ha sido también su presidencia”, sentencia Ramos. Y en efecto, el presidente Peña rehuye a los medios, elude y evita los escenarios incómodos y se encierra en la realidad que le pintan sus hombres cercanos. Las cosas no cambiarán con él, intuyo.
En Estados Unidos, el modelo es radicalmente distinto. Baste como ejemplo Barack Obama y su participación, hace alguna semanas, en la Cena de Corresponsales que cubren la Casa Blanca. Si no has visto su discurso, querido lector, te recomiendo hacerlo. No tiene desperdicio.
Dicho evento se realiza cada año para unir la política con el entretenimiento de Estados Unidos y compartirlo con la prensa acreditada en Washington. Este año asistieron figuras de la talla de la actriz Helen Mirren, Morgan Freeman, entre otros, para presenciar a un presidente que dejó el listón altísimo y se llevó las palmas entre amigos y enemigos por igual. Podemos discutir sus yerros y fracasos como gobernante, pero es innegable que Obama posee una presencia escénica incomparable.
El presidente estuvo espléndido, magistral en el manejo del sarcasmo y la ironía, sublime las cualidades discursivas que lo sitúan, muy arriba, con quienes fueron o siguen siendo los grandes comunicadores de la historia moderna en la política norteamericana: Roosevelt, Kennedy, Ronald Reagan y Bill Clinton. Una participación, la de Obama, que sabe y tiene tufo a despedida pero que también huele a incertidumbre al no saber quién será el próximo presidente -o presidenta- de Estados Unidos.
Para Donald Trump hubo varias líneas y un par de dardos envenenados, Obama no iba a desperdiciar la última oportunidad de hacer sorna del magnate frente a los medios de comunicación acreditados en la capital política del país vecino.
“El liderazgo republicano está incrédulo de que (Trump) sea su nominado más probable…Dicen que Donald Trump carece de experiencia en política exterior para ser presidente. Pero seamos justos, él se ha pasado años conociendo a líderes de todo el mundo: miss Suecia, miss Argentina, miss Azerbaiyán”, dijo en relación a un personaje y a una a candidatura que comenzó como “reality show” y motivó la sorna de millones, pero que ahora nos hace temblar y es causa de inmensa preocupación.
Obama también se refirió a Hillary Clinton y sus dificultades para conectar con el electorado más joven que prefiere a Bernie Sanders. La llamó, sin decirlo expresamente, una política anticuada aunque significó su enorme experiencia e inteligencia. “Hay que reconocerlo. Hillary apelando a votantes jóvenes es como ver a un pariente que acaba de meterse a Facebook”, sostuvo.
Pero también el presidente ahondó ampliamente en sí mismo y en el legado que todo mandatario busca construir. Lo hizo con humor e ironía, recursos de las grandes inteligencias y los hombres de estado que no se detienen en lo insulso e intrascendente ni están abocados a interesarse demasiado en el qué dirán. “Hace ocho años, yo era un hombre joven, lleno de idealismo y ahora mírenme. Estoy canoso, contando los días hasta mi lecho de muerte”.
Mientras en el mundo entero la nueva política, aquella en busca de verdadera cercanía con los ciudadanos, se ha ido relajando y perdiendo solemnidad, en México la mayoría de los actores políticos siguen siendo acartonados hasta el punto de ser una caricatura de sí mismos, un chiste para una nueva generación que los mira con una mezcla de apatía, extrañeza y justificado enojo.
También en eso nuestros políticos, especialmente los que hoy encabezan el Gobierno Federal, se encuentran a años luz. No saben o no quieren comunicar.
Quizá es porque hay tan poco que presumir y tan magros son los resultados a últimas fechas…
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto