Celebración. Con ansias espera reunirse con sus hijos para festejar el Día del Padre. Dice Javier que harán carne asada. (ANGÉLICA SANDOVAL)
Para Javier de 48 años, trabajar en la construcción es difícil, prácticamente "hay que aguantar el sol porque si no trabajamos no llevamos nada a la casa, está carajo".
Desde hace tiempo, vive lejos de sus hijos, razón por lo que cada Día del Padre, espera con ilusión volver a verlos. "Ojalá que no se olviden de mí, para mí es una satisfacción tener muchachitos, mis hijos ya están grandes, viven en Ciudad Juárez y aunque están lejos, le doy gracias a Dios porque están bien", expresó.
A su edad, Javier se dice orgulloso del oficio que desempeña pues gracias a éste, pudo sacar adelante a sus 4 hijos; Juan Francisco, Viviana, Javier y Paola.
Y es que entre la cal, varillas, mosaicos, algunos trozos de madera y los intensos rayos del sol, el hombre aprendió a ganarse la vida desde joven, cuando era soltero.
Dice que la necesidad de sobrevivencia y la falta de un futuro prometedor, lo orillaron a incursionar en la albañilería.
"Lo que pasa es que ya no estudié y pues me fui a buscar trabajar, encontré la obra y me gustó, aquí me quedé, mis hijos crecieron y a base de este trabajo salieron adelante, estudiaron hasta la secundaria, ya no quisieron seguir más, se fueron a Juárez y allá se casaron, también allá viven con la mamá, estamos separados", agregó.
Con mil 500 pesos a la semana y trabajando 8 horas diarias de lunes a sábado, Javier, trató de darle lo mejor a sus hijos.
Con una lija entre sus manos y con un sombrero que lo protege de los rayos del sol, Javier dice que su trabajo es digno y que cada día, se esfuerza por hacer bien su trabajo.
Y aunque algunos de sus principales obstáculos en esta labor han sido las inclemencias del tiempo, el hombre se muestra contento ya que gracias a este empleo, ha podido llevar el sustento a su familia durante todos estos años.