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Pacto de salida

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Si un pacto de entrada dio perspectiva a la administración y expectativa al país durante el primer bienio del sexenio, un pacto de salida puede dar, respectivamente, estabilidad y seguridad en el último bienio. Los ejes de ese pacto no podrían ser otros, sino los relativos a la seguridad, la elección y la economía.

La falta de autoridad y energía dilata -en el sentido de diferir y crecer- los problemas, en vez de resolverlos. En un descuido, se puede provocar un colapso, justo al momento de elegir al próximo presidente de la República.

Si, aun antes de tomar las riendas del país, la administración tuvo la sensibilidad, inteligencia y oficio para reconocer que sola no podía e hizo fortaleza de la debilidad de su propio liderazgo, así como del de los dirigentes opositores, hoy debería retomar y practicar esas virtudes para garantizar la elección presidencial.

Está en tiempo. Si, en efecto, concretar el pacto de entrada tomó ocho meses, se puede construir el pacto de salida.

Pese a las reiteradas advertencias, algunas formuladas en tono de reclamo, sobre el número de frentes abiertos; el imprescindible ajuste del equipo presidencial (no sólo de primer nivel); la urgencia de revisar la instrumentación de las reformas estructurales, a partir de su oportunidad, límite y horizonte; el repunte de la violencia y la delincuencia; la imperativa redefinición de la política interior, exterior y económica..., la administración ha hecho del pasmo y el titubeo el síndrome de su imposibilidad como gobierno.

Incluso, ha echado mano de recursos extremos -pedir perdón, sin sustanciar el deseo de reparar el daño- que agotan de inmediato la promesa. Ejemplo, el jefe del Ejecutivo pidió perdón por el daño ocasionado a la investidura presidencial y a la confianza en el gobierno no hace doce días, lo hizo el 21 de agosto de 2015, cuando el pelele rentable, Virgilio Andrade, descartó conflicto de interés alguno en la adquisición de la Casa Blanca.

Esa primera vez, el mandatario dijo: "La investigación demuestra que la conducta, tanto de mi esposa y la mía, estuvieron plenamente apegadas a la ley. Sin embargo, estoy consciente y reconozco que estos acontecimientos dieron lugar a interpretaciones que lastimaron e incluso indignaron a muchos mexicanos. A todos ellos, les ofrezco una sincera disculpa".

Refrendar la solicitud de perdón casi un año después sin respaldarla en acciones inmediatas, agota el recurso y la promesa: anula la conversión de la administración en gobierno.

Ni al caso viene ya cuestionar por qué no se hizo esto o aquello o por qué el segundo bienio se fue sin reaccionar a la ofensiva, es hora de asegurar que la sucesión presidencial revista garantías básicas de seguridad, libertad de expresión, reunión y tránsito, así como de estabilidad económica para la ciudadanía, los candidatos y los partidos. Es hora de conjurar que la sana incertidumbre electoral derive en falta de certeza política y paz social.

El cuadro prevaleciente es complicado. En el ámbito social, el malestar tienta la sublevación y, en su contraparte, la represión, rezumando una polarización creciente. En el campo criminal, los homicidios repuntan (20 mil 525 durante el año pasado), la legitimidad de los jefes de las policías federales preventiva y ministerial se desvanece, mientras que la delincuencia aumenta en entidades con bajos índices, incluida la capital de la República. En el ámbito diplomático, la relación con Estados Unidos se complica y se reacciona mal y a destiempo. En el ámbito político, se aprieta y afloja la postura haciendo del diálogo el simulacro del acuerdo. Y en el ámbito económico-financiero se adoptan medidas paliativas que, a la postre, pueden agravar el problema en lugar de atemperarlo.

Ese mismo cuadro, sin embargo, presenta en el ámbito partidista y electoral un espacio y un compás favorables para concertar un pacto de salida.

Los tres partidos que suscribieron el pacto de entrada han consolidado o renovado su dirigencia y el calendario electoral del año entrante no es tan saturado e intenso como lo fue el actual. Si en vez de hacer cuentas alegres prematuras o especular con alianzas de saliva, esas dirigencias reconocen el peligro de precipitar la disputa por la Presidencia en una atmósfera descompuesta y restringida por la falta de seguridad pública, libertad política y estabilidad económica, deberían impulsar, hoy, un pacto de salida que garantice el proceso electoral.

El trimestre agosto-octubre abre un espacio y un compás reducido para emprender, sí, otra vez, la reforma electoral; seleccionar con pulcritud a los nuevos magistrados electorales; edificar un piso de seguridad pública que abata al miedo y la amenaza criminal como variables del concurso; y acordar un paquete de medidas económicas tendientes, en lo posible, a ofrecer cierta estabilidad.

Fiel al presidencialismo que fue y no lo es más, curiosamente la administración alteró el calendario sexenal dictado por la tradición priista.

El primer bienio no fue el de la consolidación en el poder, sino el de la creación del marco jurídico, supuestamente requerido; el segundo no fue el de la obra de gobierno, sino el del pasmo ante la adversidad del entorno económico y el del titubeo ante la dificultad del contorno político; y el tercero no es ni será el de la preparación de la sucesión en los términos conocidos, si no se pactan garantías mínimas al conjunto de concursantes y participantes.

Si la administración no impulsa ese pacto de salida, las oposiciones deberían hacerlo. De seguir las cosas como van, el candidato triunfador perdería ganando y resultaría insoportable un sexto sexenio perdido. Fatiga el ejercicio del no poder.

Sobreaviso12@gmail.com

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