Desde hace tiempo, el país -en el sentido de nación y Estado- se desmorona.
El régimen político no da más de sí. El régimen económico se tropieza. El tejido social se desgarra, degradando la convivencia a una cuestión de sobrevivencia. El engranaje de las instituciones nuevas y viejas cruje ante el volumen y el peso de los problemas. Y la circunstancia no le es ajena a la élite política, ésta sólo finge no verla y disfruta el poder sin ejercerlo, cuando no confunde el poder con el tener.
La pérdida del horizonte nacional cuestiona, ahora, la propia viabilidad del país. Afloran muchas dudas, entre otras, las siguientes.
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Hace unos días, Felipe Calderón estuvo memorioso. En uno de los auditorios de la Cámara de Diputados, rememoró con algunos legisladores de su partido cómo asumió, hace diez años, la Presidencia de la República.
La duda es si Calderón recordará el baño de sangre al que sometió al país. Este domingo se cumplen también diez años del arranque del Operativo Conjunto Michoacán que marcó el inicio de una guerra sin estrategia. Esa aventura hoy significa 174 mil muertos, casi 30 mil desaparecidos, alrededor de 50 mil huérfanos y una cifra desconocida de lisiados. (Mañana aparecerá el balance en la Revista R).
El costo humano de esa guerra no fortaleció el Estado de derecho, por el contrario, vulneró garantías fundamentales: a la vida, la integridad, al patrimonio, la libertad, el trabajo y al tránsito. ¿Recordará eso el ex Presidente? ¿Rendirá cuentas?
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La devastación de ese combate continuado por la actual administración ha tocado, entre otras instituciones, al Ejército y la Armada.
En ese marco, el señalamiento del general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, no puede ignorarse: "¿Quieren que estemos en los cuarteles? Adelante. Yo sería el primero en levantar no una, las dos manos para que nos vayamos a hacer nuestras tareas constitucionales. Nosotros... no pedimos estar ahí, no nos sentimos a gusto, ninguno de los que estamos con ustedes, aquí, estudiamos para perseguir delincuentes. Nuestra idea, nuestra profesión es otra y se está desnaturalizando... estamos haciendo funciones que no nos corresponden porque no hay quien las deba de hacer o no tienen esa capacidad".
Tras la reflexión, el militar echó de menos la Ley de Seguridad Interior, a su parecer, el respaldo jurídico necesario para que el instituto armado preste un servicio al país. Aflora, sin embargo, una duda: ¿el general Cienfuegos hizo el pronunciamiento con o sin la autorización del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas?
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Cuando los delitos que se configuran a los criminales oficialmente reconocidos como tales, son los mismos que se formulan a los gobernadores salientes y su equipo de colaboradores, asaltan múltiples dudas. ¿Cuál es, hoy, la diferencia entre crimen organizado y política? ¿Entre cártel y partido? ¿Entre impunidad criminal y pusilanimidad política? ¿Quién gobierna, la canalla?
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El tiempo destinado a un asunto o a un interlocutor revela, con frecuencia, la importancia o la prioridad que se le concede.
El pasado domingo 27 de noviembre, el presidente Enrique Peña Nieto dedicó a los suyos (los priistas) un discurso de 32 minutos. El jueves 1o. de diciembre, dio a sus colaboradores un mensaje de 55 minutos. Y la noche de ese mismo día dirigió unas palabras a la nación de cuatro minutos y 48 segundos.
¿El tiempo destinado a esos auditorios establece, en efecto, las prioridades del mandatario?
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Tacto y discreción son ingredientes fundamentales de la diplomacia y, en la baraja de instrumentos del arte de regular las relaciones entre los países, no siempre las herramientas más obvias son las más indicadas para atacar un problema.
Todo eso es cierto, pero no forma parte de esa política ni de ninguna otra la concesión inmediata, la timidez, el silencio o la indiferencia. Si el Ejecutivo ha hecho de estas expresiones la respuesta a la amenaza encarnada por el próximo presidente de Estados Unidos, ¿no hay ningún otro recurso para fijar el límite de lo inaceptable a Donald Trump?
¿La más fuerte expresión del Senado, al menos de la izquierda perredista en ese órgano, es quebrar una piñata con la figura del hombre con el zacate en la cabeza? ¿Tan presta a formar frentes ante el poder del centro o a resistir o imponer decisiones, la Conago sólo sirve para federar caciques? ¿El PRI es simple caja de resonancia de la unidad que sin sustanciar proclama su jefe nato? ¿Los partidos son meros instrumentos electorales, herramientas inútiles para encarar un desafío que los involucra en su conjunto? ¿Ninguno de esos recursos podría aplicarse para fijar postura ante Trump?
Si se cree que no se puede hacer nada, cabe entonces ponderar si no convendría que -a semejanza, pero en sentido distinto al de Lázaro Cárdenas- el presidente de la República convocara a una colecta nacional para pagar el muro.
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Si nadie responde por las víctimas de la guerra inútil; si el Ejército advierte la imposibilidad de garantizar la seguridad interior sin respaldo jurídico y lamenta la incapacidad de los civiles para construir una policía confiable y contener la diversificación de la industria criminal; si la prioridad del jefe del Ejecutivo es su partido, su administración y, luego, la nación; si ninguno de los actores políticos y de los Poderes de la Unión levanta la voz y repudia la ofensa de un provocador, legitimado como presidente de Estados Unidos; si a los precandidatos presidenciales sólo los conmueven las urnas electorales, ¿se puede hablar de una República?
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¿Es que al paso de los años se transita del Estado fallido al país inviable?
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