Escribiré quizá mi columna menos popular y políticamente más incorrecta de mi historia como analista deportivo. Soy americanista, lo he sido desde niño. Mi Papá me lo inculcó y al ser un nacido en 1975 mi niñez fue acompañada casi siempre de triunfos americanistas. Entrando a mi juventud la difícil sequía de títulos del 89 al 2002. De adulto la cosa mejoró, cuatro títulos en torneos cortos. Después mi incursión profesional en la cuestión de opinar de futbol, la objetividad obliga, la pasión ciega se fue y aunque uno nunca deja de ser un aficionado más, sí se aprende a ver el futbol desde todas las posturas, si no uno no sirve para hablarle al público de futbol.
Ser americanista no es fácil. Recuerdo que en el colegio nunca pude festejar libremente los campeonatos de los ochentas, siempre mis compañeros aficionados a otros equipos tenían un pretexto para cada triunfo águila: compraron al árbitro, compraron a Adolfo Ríos, el Tampico Madero se dejó porque la Quina es amigo de Azcárraga, José Ramón ya dijo que no vale. Nos teníamos que juntar los puros americanistas para platicar sin estorbos de nuestros triunfos, nos cambiábamos VHS de los programas especiales de Televisa de los bicampeonatos, de los juegos, de los resúmenes de una década dorada. Ser americanista me hizo analizar más cada partido para dar razones válidas de los triunfos, ver todo con lupa, el entorno nos obligaba a eso.
Ser americanista también es saber que pertenecer a Televisa no es todo color de rosa. La empresa ha castigado muchas veces a su propio equipo con decisiones estúpidas e ilógicas. Inventar al Necaxa, esos títulos de los noventa debieron ser para el América también. Correr a Bennhakker cuando había un equipo de ensueño. Ceder a Miguel Herrera a la Selección Mexicana para salvar el negocio sacrificando un inminente bicampeonato. Varías épocas en las que el América estuvo en el abandono, los Carlos Kiesse, Michel Bauer, Falcao de DT, los hermanos Mosqueda, Richard Núñez, Fantic, de lo sublime a lo ridículo.
El América sigue ahí, quizá de los llamados cuatros grandes es el único que en los últimos diez años ha renovado su credencial con trofeos. Cruz Azul tiene uno en 34 años, Chivas tres en 46, Pumas ha vuelto a la austeridad después de un buen inicio de los años 2000. Las Águilas cumplieron 100 años, queridos y odiados pero siendo protagonistas de sueños y pesadillas de los aficionados al futbol.
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