Serrat inmortalizó a la delantera mítica del querido Barsa de los años dorados, con Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón, según la métrica de su canto nostálgico donde acelera corazones al sólo nombrar a esos fenómenos. No cupo, dice JM el resto (Ramallets, Seguer, Biosca, Segarra, Flotats, Bosch). Su equipo de niño, el que todos hubiésemos querido ver, donde dicen, Kubala era el péndulo, patrón, conductor, guía y referente, pues todo lo hacía bien, dentro de sus grandes capacidades en lo físico, lo futbolístico y anímico. El Barca es antes y después de él.
Uno a la distancia enorme, alegrada la vida con lecturas, distanciado de los videos y de las maravillas tecnológicas que hoy abruman y esclavizan a nuestros jóvenes, aprendía lo que mejor podía, porque la información en los noticieros de cine eran mínimas y casi siempre ocupadas por el Real Madrid pero sabíamos de ese cabalgar maravilloso de los héroes del viejo estadio Les Corts, existía y señaló una historia que ya pocos pueden contar pero que muchos pudieron disfrutar.
El canto de Serrat es solamente un canto de amor por el juego maravilla.
Porque el futbol debe ser alegría de la gente, no un permanente sufrimiento en que por etapas se convierte lo que ayer era sólo para sonreír. Claro que todo tiene su medida y su tiempo. Lo del Barcelona es una añoranza en el aire que se hizo leyenda y de paso, enseñanza para los de oídos y vista lejana. Más cuando la ilusión de repente choca varias veces con la misma piedra y cuando los protagónicos saltan a una escena que solamente ellos pueden fabricar y donde descuelgan pensamientos que no enlazan con la congruencia y menos con la esperanza, la conciencia brota y el espíritu se afina.
Para Elvis Zubeldìa, el resultado es típico de una tercera fecha y no debemos preocuparnos demasiado, "pues esto apenas empieza" y Santos va a recuperarse. ¿De verdad lo creerá él mismo? Lo cierto es que viendo el funcionamiento de su zaga, el penoso accionar de su medio campo donde extranjeros como Rabello y Armenteros parece que están pintados, nos permiten ver la paciencia franciscana del joven delantero uruguayo, que lucha arriba como si chocar contra los mastines rivales fuera una condición de su nómina.
Y nos deja ver el paso demoledor de Ruidíaz, que tal vez no sea un superdote pero sí tuvo lo suficiente para dar tres lancetazos a Marchesín, en un equipo que tiende a partirse, que suele tener destellos pero que luego se pierde, sin que eso parezca preocupar al responsable, más que meterse en sus pantalones a moda francesa.
Arcadiotm@hotmail.com