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Paradoja de Otto

Diálogo

YAMIL DARWICH

Otto Schott, es un hombre mayor que forma parte de los laguneros que luchan por su región; con aciertos y fallas, aceptación y algunas veces críticas, busca fortalecernos con la unión de todos, difícil de lograr, cuando por idiosincrasia somos individualistas.

Su cruzada, toma especial valor cuando empezamos a padecer las disposiciones proteccionistas de Donald Trump.

Cuidar nuestro patrimonio con base al trabajo colectivo y la conciencia solidaria al momento de consumir no es una mala idea: en primer lugar los productos que nosotros producimos y luego lo mexicano.

Ese sentimiento regionalista lo podemos observar en Nuevo León, lugar en donde los sefarditas dejaron herencia de amor al trabajo y la solidaridad judía. Los resultados están a la vista.

Los laguneros somos orgullosos y fundamentamos nuestro individualismo en que "nuestros abuelos construyeron la base del patrimonio familiar por sí solos", lo que nos lleva a buscar emularlos, resistiéndonos a las alianzas productivas, comprando en otros lugares -en ocasiones más caro- los consumibles que otros laguneros producen -muchas veces de mejor calidad y hasta más baratos-.

Pienso que en mucho tiene razón Otto: "somos una sociedad desarticulada"; según su decir, un rector universitario regional le declaró al arribar a La Laguna que "nunca había visto una sociedad tan desarticulada".

No puedo dejar de compartirle uno de sus comentarios hecho un poco en broma, refiriéndose a las laguneras y su apetito por consumir lo "gringo", aseverando que ellas prefieren viajar y comprar en un centro comercial de EUA -eso me lo contó antes de Trump- gastando desaforadamente: -"ratifican la paradoja del tiempo descrita por Einstein -me dijo-, cuando se demuestra en sus viajes moleros que ¡a ellas les falta tiempo y a los hombres les sobra!".

Es evidente que él y otros viejos que aún viven, son parte de las últimas generaciones de laguneros que defendían la identidad regional; hoy día, los más jóvenes viven aspirando a salir de La Laguna para estudiar o trabajar, buscando un poco de libertad para sus actividades propias de la edad y, en tanto, absorbiendo y tratando de imitar usos y costumbres extraños.

Pero esa actitud no es únicamente su responsabilidad, también es nuestra, al no saber orientarlos fortaleciéndoles en el espíritu lagunero y hasta decepcionarlos con nuestra pasividad.

Reflexione y recuerde que los esfuerzos por unirnos terminan en nada, en muchas ocasiones por la carencia de sentido de solidaridad de los grupos representativos de la región; aún más, entre los ciudadanos de las ciudades de Coahuila y Durango, cada grupo buscando el beneficio propio, sin considerar el bien común y la prosperidad que trae el esfuerzo en unión. De nuevo le recuerdo a Monterrey.

Un viejo político, del que aprendí algunas lecciones de vida, decía con dejo de amargura: -"los laguneros somos nuestros peores enemigos", y vaya que tenía razón.

Le escribo una anécdota verídica: hace cosa de veinte años, los laguneros de Coahuila se reunían en el auditorio de la Cámara de Comercio de Torreón, buscando mejores condiciones para la región y la atención a las necesidades sociales y de servicios de la ciudad, acciones que ya desde entonces eran urgentes. Tristemente, los acuerdos eran inmediatamente contrarrestados por las autoridades del estado, ante el desconcierto de los reunidos, hasta descubrir que uno de aquellos asistentes, tan pronto acababan las reuniones, rendía su informe "a la capital".

Ese individualismo genera fragilidad y tal particularidad la aprovechan perfectamente los egoístas politiqueros de las capitales de los estados de los que forma parte La Laguna.

Nos urge la aparición de un líder inspirador, conciliador, honesto, dispuesto al trabajo comunitario y hasta el sacrificio personal; alguno que verdaderamente sea libre de grupos e intereses particulares; personaje que no ha aparecido en los últimos decenios de la existencia de las ciudades laguneras y que difícilmente aparecerá por ese individualismo que nos daña.

Esa es causa fundamental del retraso que vivimos, comparado con el desarrollo de las ciudades vecinas, incluyendo Saltillo y Durango capital.

Francis Fukuyama, sociólogo economista y autor de textos especializados -Trust, entre otros- describe el fenómeno generacional del mundo occidental: abuelos pioneros y creadores de fortunas; padres que las consolidan; nietos que las despilfarran.

La conseja popular lo dice: "abuelo rico, padre millonario, nieto miserable". Usted puede etiquetar esta verdad poniéndole apellidos regionales.

Habrá que recordar nombres de laguneros de verdad, gentes que entregaron su vida de trabajo, esfuerzo y hasta sacrificio para darnos esta "patria chica" que los viejos de ahora no supimos defender.

Le recuerdo unos cuantos -perdón por las omisiones de los otros muchos- Salvador Álvarez, Pedro Valdés, Ernesto González Domene, Emilio Herrera, Salomón Juan Marcos, Salvador Sánchez y Sánchez, Carlos Herrera, Elías Murra, Antonio de Juambelz y muchísimos más, -imposible mencionarlos a todos- quienes crearon y disfrutaron de La Laguna en su "época de oro".

ydarwich@ual.mx

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