Dicen por ahí que los mexicanos no tenemos memoria, que tenemos los gobiernos que nos merecemos, que nos vale una pura y dos con sal lo que acontece en nuestro entorno, ciudad, estado o país. Que nos dedicamos a trabajar y a cumplir con nuestras obligaciones civiles, fiscales y del orden establecido, así como a educar y proveer de lo necesario a la familia y dejamos la conducción al arbitrio, antojo u ocurrencias de los políticos profesionales que por muchos años nos han mostrado su verdadera esencia y la ambición desbordada de poder y de dinero.
No estoy de acuerdo con estos clichés estereotipados que ignoran la memoria histórica, la evolución y el desarrollo, y que a pesar de esos nefastos políticos o servidores públicos que nos han gobernado por muchos años, a pesar de ellos, tenemos un país que está en una lucha constante por salir de las graves y recurrentes crisis en todos los órdenes de gobierno. Sin duda hemos avanzado, no con la celeridad deseada y mucho menos aquilatando los vastos recursos naturales que nuestra nación ofrece y creo que el cuestionamiento que todos nos hacemos o deberíamos hacernos es: ¿qué hubiera pasado si todos los mexicanos hubiéramos pedido y exigido cuentas en su tiempo? ¿Qué hubiera pasado si por lo menos hubiéramos exigido que actuaran con atingencia y honorabilidad? La respuesta lógica nos llevaría a no ser un país emergente en vías de desarrollo, sino estaríamos ocupando los primeros lugares en el concierto económico mundial.
Rechazo categóricamente que tenemos el país que nos merecemos cuando estamos inconformes con lo que sucede. Vemos muchas organizaciones de la sociedad civil preocupada y ocupada de la situación al ver las atrocidades que se cometen, la impunidad rampante que opera y el desdén ciudadano para denunciar atropellos porque no encuentra soluciones a los problemas para exigir justicia, transparencia y rendición de cuentas.
Estoy de acuerdo con los que saben, como sociólogos y psicólogos que afirman que los eventos dolorosos y complicados del ser humano tratamos de evadirlos, bloquearlos del complejo disco duro del cerebro que es capaz de almacenar datos, cifras, recuerdos gratos e ingratos y un número indeterminado de hechos que conforman nuestro pensar y actuar, nuestro hacer y quehacer.
Acepto que no hay que evocar hechos dolorosos que lastiman, lo que no podemos permitirnos de ninguna manera es echar al olvido la megadeuda de Coahuila, contraída de manera engañosa e ilegal por Humberto Moreira Valdés durante su mandato como gobernador del estado de Coahuila. Tenemos la obligación moral y ciudadana de exigir cuentas claras, si es preciso con peras y manzanas, para que se libere la información que mañosamente tienen resguardada y se conozca a detalle a dónde fueron a parar miles de millones de pesos que no se justifican en obras y servicios.
No se nos debe de olvidar la voracidad, incapacidad, ineptitud o negligencia de Humberto Moreira Valdés y su camarilla que hipotecaron por muchos años el progreso y bienestar del estado, ciudades y comunidades. Tampoco podemos olvidar lo que representa la megadeuda de Coahuila y las repercusiones de corto, mediano y largo plazo que tendremos que tolerar los coahuilenses por los siglos de los siglos amén.
De nuevo los invito a que unamos nuestras voces y exijamos #JusticiaparaCoahuila, #JuiciocontraMoreira. Entren por favor al portal de @change.org con estos hashtag, para que firmen la petición de Participación Ciudadana 29 (PC29) y otras organizaciones laguneras y que esta iniciativa encuentre los cauces adecuados y se escuche el clamor de los que exigimos justicia.
Gracias por participar y recuerden que en la diversidad de opiniones está la riqueza de las acciones. Opinemos y actuemos.
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