La expedición familiar inició en una fría madrugada del pasado 27 de diciembre al abordar un vuelo con destino a Mérida, Yucatán, fundada en 1542 por el español Francisco de Montejo y León.
Desvelados, pero contentos, arribamos a esta bellísima ciudad que nos recibió junto con nuestra esposa e hijos con un sol brillante y un calor muy soportable. La primera operación en tierra fue guardar chamarras en la maleta y sacar sombreros y gorras.
En escasos minutos llegamos al barrio de Santa Lucía, uno de los más antiguos y pintorescos de la ciudad que cuenta con un parque y una iglesia del mismo nombre. Es posible adquirir aquí guayaberas de calidad y a buen precio, además de la suculenta comida regional.
De ahí pasamos a la Plaza de Armas, mejor conocida como Plaza Grande, en donde diariamente se reúnen cientos de parroquianos y turistas que visitan Yucatán. Frente a la plaza yergue la imponente Catedral de San Ildefonso, construida entre 1562 y 1599 siendo la segunda en antigüedad en toda América, después de la Catedral de Santo Domingo.
La hora de comer llegó en el lugar preciso, justo frente a la plaza se ubica La Jarana, uno de los restaurantes de más tradición en Mérida. Ahí disfrutamos la mejor cochinita pibil de toda nuestra travesía además de un exquisito caldo de lima, por cierto muy popular.
Recorrimos después el Paseo de Montejo que está inspirado en los bulevares franceses del siglo XIX y que floreció durante la bonanza de la industria del henequén en Mérida, cuando decenas de ricos hacendados construyeron soberbias mansiones a lo largo de la avenida.
Hoy está ocupada por comercios, boutiques, restaurantes y hoteles. Todavía quedan algunas mansiones habitadas, aunque no muy bien cuidadas.
El paseo se extiende por más de cinco kilómetros lo que muestra la prosperidad que vivió Mérida gracias al "oro verde" que produjo una clase adinerada que se daba el lujo de vivir largas temporadas en Europa mientras sus haciendas producían riqueza en condiciones precarias para sus trabajadores.
Precisamente en la hacienda de nombre Temozón, ubicada a 45 minutos de la capital, estuvimos hospedados junto con el grupo familiar.
Las haciendas fueron abandonadas paulatinamente durante el pasado siglo cuando el henequén perdió su valor por la llegada de los productos plásticos y en años recientes han sido transformadas en agradables hoteles y albergues.
A dos horas y media de Temozón se ubica Ek Balam que significa jaguar negro en maya. Es una zona arqueológica impresionante que ha cobrado fama entre los turistas europeos. Cuenta con su Acropólis que es posible escalar y admirar desde su cima el exuberante paisaje selvático.
También cuenta con su palacio oval, el juego de pelota y otras estructura aún no excavadas. Los nativos critican al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) por concentrar su presupuesto en centros famosos como Chichén Itzá y descuidar el resto en donde hay riquezas arqueológicas mayas por descubrir.
Ek Balam tiene un pequeño comedor en donde disfrutamos el más sabroso ceviche de mero en muchos años y a unos pasos se localiza un cenote espectacular con agua limpia y fresca además de una tirolesa para el regocijo de los chavos al finalizar la jornada exploratoria.
Los cenotes son pozos de agua dulce abiertos o tipo cavernas que eran fuente de vida para los mayas y que hoy se utilizan para mitigar el calor. También se utilizaban para ceremonias sagradas, se calcula que hay unos ocho mil cenotes en la península de Yucatán, muchos de ellos todavía ocultos.
Visita obligada en este viaje fueron las ruinas de Chichén Itzá que por cuarta vez recorrimos y que no dejan de impresionar por sus espectaculares edificaciones.
Chichén Itzá significa "boca del pozo de los brujos de agua" y fue un centro ceremonial maya que se construyó en los años 500 después de Cristo. Su calidad arquitectónica mereció que el Castillo de Kulkucán fuera reconocido como una de las siete maravillas del mundo en 2007 lo que duplicó desde entonces el número de visitantes.
Cuenta con el espectacular Templo de los Guerreros, el Caracol y la más grande edificación para el Juego de Pelota. Las pirámides mayas están íntimamente ligadas a la astronomía y a los equinoccios y solsticios del año.
En esta ocasión fue muy desagradable observar que los vendedores ambulantes se han apoderado de Chichén Itzá, sus puestos están por todos lados en franca invasión para el turismo explorador.
Lástima que el espacio se acabó, esperamos continuar en un futuro artículo con otros encantos yucatecos como Izamal, Celestún, Uxmal y el Gran Museo del Mundo Maya.
APUNTE FINAL
Enviamos un agradecimiento especial para las guías Yarima Barrera, Julia Miller y Lupita Molina del Grupo K de Mérida por haber hecho posible tan extraordinario viaje.
Comentarios a jhealy1957@gmail.com