— Concepción Arenal
"La mayor estupidez en la historia de la presidencia mexicana", escribió Jesús Silva Hérzog. Jorge Castañeda opinó que ojalá y Trump pida perdón a todos los mexicanos, y que Peña no vuelva a pedir perdón a los mexicanos por invitarlo. "Si tuviera un poco de conciencia, si pensara en quién es. Si hiciera las cuentas. Sólo el 22 por ciento de los mexicanos aprueba su gobierno. Y eso hasta ayer en la noche. Hoy en la mañana habrá perdido no se cuántos otros. Y cree que invitando a Trump va a ganarse a alguien", reviró Ángeles Mastretta.
Este columnista, por su parte, se declara incompetente para entender las pretensiones y lógica del Gobierno de la República. Vamos, me doy. Mi único consuelo es que como yo, existen millones de mexicanos. ¿En qué pensaban cuando se les ocurrió invitar a Donald Trump a México y recibirlo en Los Pinos? ¿Acaso padecen los primeros embates del síndrome de Estocolmo? ¿Quieren perder la elección de 2018? ¿Llevar a la ciudadanía al límite de su enojo y frustración? ¿Dilapidar el escasísimo capital político que les queda en una maniobra que no les va a salir bien?
O, tratando de verle el lado amable: ¿buscan calmar a los mercados bursátiles claramente nerviosos por un posible triunfo republicano? ¿Que el magnate inmobiliario suavice su discurso antiinmigrante y casi belicista? ¿Marearlo con el arte de la seducción priista y la politiquería región cuatro?
Porque para efectos de opinión pública, recibir a Trump equivale al "pégame, pero no me dejes" llevado hasta los límites del absurdo.
No, cuando tus índices de desaprobación rondan el setenta por ciento, hay lujos y riesgos que sencillamente no te puedes permitir. Uno de ellos es sentarte a dialogar con quien sistemáticamente ha injuriado, mentido e insultado a los mexicanos, tanto a los ciento veinte millones que vivimos aquí, como a los 30 millones que radican en la Unión Americana.
"México no es nuestro amigo. Nos está ahogando económicamente". "No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable y que dejen de estafar a America", (como se refieren a Estados Unidos). "Cuando México nos manda gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores", se cuentan entre la sarta de estupideces y retahíla de insultos que Trump nos ha propinado desde que decidió incursionar en la carrera presidencial.
El Gobierno tampoco puede permitirse, y menos en estos momentos delicados con tantos fuegos ardiendo por todas partes, polarizar y hacer enojar al contrario, a quien todo apunta será la próxima presidenta de Estados Unidos: Hillary Clinton. Si gana Clinton, irremediablemente nuestro gobierno tendrá que dedicar buena parte de su tiempo en hacer control de daños en el marco de una relación bilateral que históricamente ha sido ríspida. Ojalá y Clinton no le cobre muy caro al Gobierno de la República la brillante ocurrencia de abrirle las puertas a Trump. Ojalá.
El martes, al saber de la noticia, las reacciones no se hicieron esperar. Nadie entiende. Nadie es nadie. La candidata del Partido Demócrata, por ejemplo, lo dejó muy claro a través de un boletín de prensa. "Desde los primeros días de su campaña, Donald Trump ha retratado a los mexicanos como violadores y criminales y ha prometido deportar a 16 millones de personas, incluidos niños y ciudadanos estadounidenses".
Rumbo al Cuarto Informe, poco bueno que contar. Algunos agradecen eso sí, el que el actual Gobierno les esté facilitando el trabajo de sacarlos de Los Pinos hacia 2018. Se la están poniendo muy, pero muy sencilla, a las fuerzas de oposición.
Lástima, mientras tanto se llevan al país de corbata. No es poca cosa. Lo preocupante es que casi el ochenta por ciento de los mexicanos piensa como yo.
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto
