Una de las características que de manera recurrente se atribuye a los mexicanos es la desunión. Se dice que somos incapaces de unirnos y trabajar en conjunto para un propósito concreto. Pues bien, esa historia se acabó. Hoy ocho de cada 10 habitantes de este país adversamos a Peña Nieto, por lo que podemos decir, sin temor, que hay algo que verdaderamente nos une.
La mala noticia es que se trata sólo de un antagonismo y no, por ejemplo, una visión colectiva sobre el mejor destino para nuestra nación. No obstante, por algo hay que comenzar.
Lo peor que podríamos hacer ahora, que sabemos que somos ocho de cada 10, es ponernos a buscar qué es lo que nos distingue de los otros que adversan a Peña Nieto. Eso sólo nos conduciría a la división y a la posibilidad de que, otros "Peñas", se cuelen a las posiciones de poder. En otras palabras, todo aquel que intente colocarse en el discurso como "la verdadera oposición a Peña", estará trabajando a favor del presidente.
En cambio, tenemos que concentrarnos, por ahora, en aquello que nos une: Peña Nieto. No importa si nuestras diferencias con él -insisto, sólo por el momento- provienen desde la izquierda, la derecha o el centro. Por eso, debemos estar muy conscientes de qué es aquello en lo que todas las posturas estarían de acuerdo.
Sin dudar, lo que más nos ha lastimado es la corrupción y la impunidad. Por supuesto, aquí asoma otro peligro: dado que es verdad que desde todas las posturas ideológica ha habido- y de hecho hay- corrupción, el que ese fenómeno sea lo que nos reúne se puede convertir rápidamente en elemento de desunión, si en lugar de salir de Peña y de los suyos, nos ponemos a buscar quiénes han sido más corruptos que los otros. No es tiempo para eso.
Hay algo en lo que debemos estar claros: la corrupción de Peña, por burda y descarada, ha sido única, como producto de la inconcebible falta de talento en el mandatario y en quienes lo rodean, lo que impide, siquiera, disimular el desorden. Nuestra atención debe entonces colocarse allí. ¿Por cuánto tiempo? El suficiente como para gestar un cambio profundo. Pero, ¿cuál?
Si lo que nos reúne es la indignación ante la corrupción de Peña, lo que debe cambiar son las condiciones que han posibilitado que alguien así llegue al poder. No basta el Sistema Nacional Anticorrupción. Debemos exigir que se replanteen en la Constitución los requisitos para ejercer la función pública. Llegar a los cargos debe ser algo sensiblemente más difícil. Las circunstancias actuales son demasiado complicadas como para que alguien del tipo "Peña" las asuma.
Un único logro le reconozco al presidente: nos unió, en su contra, pero nos unió. Ahora nos toca a nosotros cumplir con nuestra responsabilidad histórica.