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PEQUEÑAS ESPECIES

"UN GRAN ESPECTACULO"

MVZ FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Me encontraba atendiendo un parto distócico en la histórica población de Mapimí, tenía algunas semanas de haber llegado del pintoresco valle de Súchil también del estado de Durango, donde había iniciado mi profesión atendiendo pequeñas y grandes especies en el medio rural, tenía dos años de haber egresado de la facultad de veterinaria, trabajaba para el gobierno como veterinario rural y había solicitado mi cambio a la Región Lagunera.

Después de estudiar la carrera y haber trabajado lejos de casa, quería acercarme tras haber vivido fuera durante varios años, además pensaba ya seriamente en el matrimonio, transcurrieron cinco años para desposar a mi mujer después de conocerla recién egresé de la facultad, hoy en día envejecimos de la mano, fue formadora de nuestros cuatro hijos y abuela consentidora, columna vital de la familia que continua siendo la llamarada de nuestro hogar

Era cerca de medio día cuando se estacionó una camioneta con tres personas fuera de la oficina, provenían de una población cercana y trasladaban a una enorme vaca Holstein llamadas en aquel lugar "pinta de negro" de más de seiscientos kilogramos de peso, había empezado el trabajo de parto en la madrugada y aún no podía expulsar a su cría, sólo se asomaba ligeramente un par de pezuñas de sus extremidades anteriores, su dueño había agotado todos los medios por "ayudarla", incluso había intentado con un tractor jalar a la cría amarrando sus patas para sacarla del interior de la madre, pero todos los intentos habían sido en vano, hasta que tomó la decisión de que era trabajo para un veterinario.

Recuerdo muy bien la hora, unos minutos antes de la una de la tarde, las calles donde se encontraba la oficina en Mapimí no cuentan con asfalto, tienen el típico empedrado rústico de los pueblos centenarios, a esa hora no había transeúntes ni tráfico alguno, nos rodeaban lotes baldíos y una escuela secundaria, me pareció un lugar ideal para poner manos a la obra, así que bajaron a mi paciente del vehículo, me coloqué un guante obstétrico y procedí hacer la inspección manual para darme cuenta del tipo de posición en que venía la cría.

Introduje mi brazo al interior de la vaca con mucha dificultad por ese espacio tan reducido y al presentarse cada contracción se oprimía con severidad mi antebrazo entre la cría y el hueso de la pelvis de la madre causándome algo de dolor; después de varios intentos y lograr introducir al fondo mi brazo, me di cuenta que la cría se encontraba con la cabeza girada hacia un costado y hacia atrás, para que pudiera expulsarla necesitaba corregir la posición de la cabeza, mientras permaneciera en esa situación sería imposible su salida, otro inconveniente que noté era que tenía gran tamaño el producto y la madre no dejaba de pujar, lo cual impedía maniobrar adecuadamente. Necesitaba empujar la cría hacia dentro del vientre materno para dejar espacio e introducir mi mano para tomar la cabeza por sus orificios nasales y tratar de voltearla hacia el frente, habían pasado horas desde el inicio del parto y por ende se encontraba completamente seco el canal pélvico, el líquido amniótico ayuda como lubricante para expulsar a la cría y como estaba ausente este liquido casi por completo, dificultaba más su salida.

Espero que los colegas dedicados a bovinos que lean el artículo no sean muy severos con mi técnica empleada hace más de treinta años, lo único que puedo decir a mi favor, que mi stock de medicamentos era muy reducido, además tenía la urgencia de resolver el caso en ese momento. Los medicamentos con que contaba eran hormonales y sedantes, pero no estaba muy convencido de usarlos, relajaría los músculos y detendría las contracciones para poder maniobrar y así poner en posición correcta la cabeza, pero podía echarse la madre y dificultaría más el trabajo de parto, además necesitaba de la ayuda de esas contracciones uterinas para expulsar a la cría al momento de poner en posición correcta la cabeza. Hoy en día, existen cantidad de artefactos manuales muy prácticos que se utilizan para estos casos que hace 38 años no los había.

Habían pasado varios minutos y me encontraba bañado en sudor, era pleno verano y no contaba con una sombra que me cobijara, repentinamente miré a mi alrededor y me encontraba rodeado de un gran público estudiantil, callados y atentos a mis movimientos, tal vez era la primera vez que veían a una persona introducir su brazo dentro de un animal. La calle estaba repleta de jóvenes de secundaria que salían del turno matutino y de los que llegaban al vespertino, fue tanto el público que hubo un momento en que ya no podía moverme libremente, además del apuro por mi paciente y por su cría que aún se encontraba viva me empecé a sentir incomodo por la cantidad de espectadores que obstruían completamente la calle y era yo el causante de tal aglomeración, había ya cientos de estudiantes que no permitían el paso de vehículos, era todo un espectáculo de un público respetuoso y estupefacto.

Afortunadamente, la oficina contaba con un patio en la parte posterior donde guardaban los vehículos, así que me trasladé con mi paciente para trabajar con mayor privacidad. El personal lo formaban ingenieros, técnicos agrónomos y la secretaria, que se encontraban atentos a cualquier ayuda que solicitaba, hoy grandes y entrañables amigos, realmente disfrutaban apoyarme en las diversas cirugías o cualquier actividad ganadera como vacunaciones, castraciones, descornar, despezuñe, muestras de sangre, entre otras actividades en las diferentes especies animales del medio rural, nuestros servicios no tenían costo, los campesinos agradecidos al terminar el trabajo nos preparaban una suculenta comida con una refrescante cerveza, tal vez por eso la ayuda incondicional de mis amigos agrónomos jamás estuvo ausente.

Me encontraba ya adolorido del brazo de tantos intentos que empezaba a pensar en la siguiente opción: ¡Cesárea! La madre se encontraba exhausta, pero no dejaba de pujar dificultando más las maniobras, hubo un instante en que aproveché el momento en que finalizó una de las contracciones y empujé con gran fuerza hasta que logré hacer que la cría retrocediera unos centímetros, por una fracción de segundo logré introducir mi mano por ese espacio tan reducido y conseguí tomar la nariz de la cría y jalarla en posición correcta de salida. ¡Lo había logrado! El siguiente paso era atar una cuerda alrededor de las patas de la cría y rápidamente les dije a los ayudantes, a mi señal empiecen a jalar, esperé el momento de una de las contracciones y al fin, por arte de magia apareció una enorme y sorprendida becerra, tal vez un poco adolorida e inflamada, pero viva, que era lo principal. Al empezar a respirar y moverse en el suelo, la madre sin apartar la vista de su cría, de inmediato empezó a limpiarla con su áspera lengua, en ese instante escuché aplausos y un gran bullicio, eran docenas de estudiantes de la secundaria que se encontraban sobre las bardas y la azotea de la oficina, comportándose como un gran auditorio, celebraban como si hubieran visto el gol del campeonato del equipo de sus amores.

Naturalmente que los "familiares" de la paciente se encontraban radiantes, así como mis compañeros y hasta la cría, al igual que la madre, pero no creo que haya habido persona más feliz que su mismo veterinario.

pequenas_especies@hotmail.com

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