UNA MASCOTA PRIVILEGIADA
(Segunda y última parte)
Era la primera vez que "Brauni" se hallaba solo sobre la mesa de exploración, se encontraba sumamente nervioso, pues aún con el bozal, al momento de inyectarle el tranquilizante, trataba de morder a como diera lugar. Pasaron los minutos y no se presentaba el efecto adormecedor que esperaba, tuve que aplicar otra leve dosis de anestésico, al parecer hubo respuesta después de unos minutos, se acostó sobre la mesa de cirugía, le retiré el bozal y al momento de sentir mi mano sobre su cabeza, una vez más intentó morder, sólo alcancé e escuchar el momento en que se cerraban sus fauces en el aire, se puso de pie tambaleante, esperé unos minutos, pues aún se encontraba muy nervioso, y decidí aumentar la dosis, no sin pensar en su dueña, ya es mucho anestésico para una simple limpieza dental, apliqué la siguiente dosis con cierta suspicacia, pero con seguridad de lo que hacía y al fin obtuve la respuesta deseada con el triple del tranquilizante para un perro de su talla. Tardé más tiempo en dormir al pequeño salchicha que en realizar mi trabajo; afortunadamente, existe un antídoto para el tranquilizante, así que en tres minutos "Brauni" estaba despierto y presto para pescar mi mano en el momento que me descuidara.
Cuando volvió a casa al finalizar el día, me preguntó su dueña sobre su comportamiento o alguna novedad, le respondí que había estado muy tranquilo (no le mencioné lo de la anestesia) y susurrando al oído le dijo con voz maternal: ya se me hacia demasiado el tiempo sin verte, lo vespequeño "Brauni", ya te había explicado lo que te iba hacer el doctor, además fue por tu bien, nada malo te sucedió, sin prestar mucha atención por estar atento a mis movimientos, y no dejar de escapar la oportunidad de obsequiarme un recuerdo de su recién arreglada y reluciente dentadura, "Brauni" jamás abandonó los cálidos brazos de su protectora.
No me equivoqué, mi bravucón amigo se encontraba en un sitio privilegiado al tener como benefactora a una persona que cuando la atendí por primera vez me di cuenta que realmente poseía un gran corazón.
Pasaron los meses cuando recibí una llamada de su dueña muy afligida, "Brauni" había salido de la casa y no había regresado en todo el día, no estaba acostumbrado a andar solo en la calle, preguntaba si no lo habían llevado a la clínica como mascota extraviada; desafortunadamente, no lo habían traído, recuerdo que al cerrar la clínica lo busqué en los alrededores, ya que siempre lo llevaban a la clínica caminando con su correa y tenía ubicado el lugar.
Transcurrió el tiempo y jamás apareció mi pequeño amigo, tenía la certeza que regresaría por el amor a su dueña y cuando veo un perrito idéntico en la calle, me acerco, lo saludo a ver si me reconoce, pues estoy seguro que jamás olvidará el pequeño "Brauni" a su veterinario que siempre quiso morder.
El luto duró años, su dueña jamás quiso adoptar otro perrito, que es la mejor manera de aliviar los recuerdos anteriores que deja la mascota cuando parte. Un buen día, tal vez "Brauni" desde el cielo, envió un simpático y enorme loro parlanchín a su dueña, que fue la herencia más preciada de una tía muy querida, y ahora ya forma parte de la familia el "Pequeño Periquín".