OTRO GOLPE DE SUERTE
Pasaban las dos de la tarde, hora de cerrar la clínica, para regresar a las cuatro después de comer, cuando entra un matrimonio con un pequeño perrito en brazos, se trataba de "Sebastián", un simpático chihuahueño de seis años de edad. Sus dueños, un matrimonio de la tercera edad de lo más cortés y amables en su trato.
Son unos clientes que atiendo esporádicamente, viven fuera de la ciudad, a unos 80 kilómetros de distancia. Con ellos, sucedía algo extraño con sus mascotas, algún factor intercedía que ocasionaba que hablara bien de mí, había atendido a varios de sus perros que no mostraban mejoría alguna en otras manos y afortunadamente cuando les trataba respondían favorablemente después de haber pasado por otros colegas, y así me he ganado de manera inmerecida su confianza por azares del destino.
En realidad, pasaba lo que posiblemente nos ha sucedido a todos los veterinarios de pequeñas especies, en ocasiones, los dueños de las mascotas se desesperan al no ver mejoría en sus animales y se dirigen con otro colega y luego otro, hasta que el tercero es el que se lleva el mérito después de que el organismo responde al medicamento de acuerdo a la evolución de la enfermedad y no a causa del último colega que atendió a la mascota.
La mayoría de los veterinarios desarrollamos una capacidad especial no sólo para conocer la "personalidad" de nuestros pacientes, sino también a sus dueños por la forma de tratar a sus mascotas, y sentía por la manera de dirigirse conmigo de ese matrimonio, que había adquirido inmerecidamente una fe ciega para aliviar a sus perros.
A "Sebastián", lo llevaron a consulta por su extraño comportamiento y la forma rara de caminar, tenía varios días que no coordinaba sus movimientos al andar y difícilmente lograba sostenerse de pie durante determinado tiempo. Después de hacer una serie de preguntas relacionadas con su sintomatología, lo empecé a auscultar; al retirar el estetoscopio, alcanzaba a oír al señor dirigiéndose a su esposa: "te dije, desde un principio lo hubiéramos traído al doctor, él si que lo revisa, además, lo que nos dijeron de que tiene un hueso atorado no lo creo", le contestó ella: "tampoco creo lo que nos comentó el otro doctor, que tiene moquillo, además está vacunado".
Le hice algunos exámenes para detectar problemas de origen nervioso o por intoxicación, revisé los oídos y descartar por esa causa la incoordinación. Al dar el diagnóstico presuncional, notaba que se encontraban muy atentos y confiaban en mis palabras como si les estuviera dando la cura definitiva para "Sebastián". Me inclinaba por un problema de origen nervioso y procedí a inyectar al pequeño Chihuahua, desinflamatorios, analgésicos y vitaminas del complejo B, le extendí una receta y le pedí que me llamara al terminar el tratamiento o antes si surgía alguna duda.
Le aclaré que lo tenía que ver en unos días, pues realmente desconocía el origen de la enfermedad, aún así el agradable matrimonio se despidió convencido como si mis inyecciones mágicas estaban salvando la vida de "Sebastián".
Al ver el reloj, faltaban quince minutos para las tres de la tarde, y pensé, noté mal a "Sebastián" y desconocía la causa de su enfermedad con certeza, tal vez pedirán otra opinión como lo han venido haciendo, sólo espero que no sea nada grave que ponga en riesgo la vida del perrito, sentía que acababa de perder ese prestigio que equivocadamente me tenían, aunque eso me tenía sin cuidado, lo que realmente importaba era la salud de "Sebastián".
En ocasiones, nos gustaría tener a todo veterinario este tipo de clientes, gente comprensiva y respetuosa como este matrimonio que tenía que conducir un buen tramo para venir a consulta para ver a su veterinario de confianza.
Quienes nos dedicamos a la salud de las mascotas, para sus dueños en ocasiones llegamos a ser héroes y nos llenan de bendiciones, sentimientos que agradecemos profundamente, claro, cuando salvamos la vida de su mascota, pero cuando muere el paciente en una cirugía, hospitalizados o simplemente que no lo aliviemos, entonces pasamos a ser villanos, los seres más crueles y ruines sin sentimiento alguno y desde luego nos maldicen cuando bien nos va. En fin, mientras tuvimos a la mascota sana fuimos útiles y cuando ésta ya no existe o no sanó, pasamos al olvido, "De la gloria al infierno".
Iban a ser las seis de la tarde cuando llegué a la clínica después de haber ido a una consulta, cuando me informa la doctora, que es mi asistente, que acaba de hablar el dueño de "Sebastián", sentí un raro escalofrío y le dije: "no me digas que le sucedió algo malo", me contestó: "yo también pensé eso cuando se comunicó el señor", y me dijo: "Quiero que le dé un recado al doctor, le hablo para agradecer todas las atenciones que ha tenido con nosotros y por habernos recibido fuera de su horario y para decirle que 'Sebastián' se bajó del automóvil corriendo como si no hubiera tenido problema alguno en estos días que no había podido caminar, 'ya está curado', dígale que muchas gracias".
Sólo me quedé pensando, no cabe duda, ¡otro golpe de suerte!